ORGULLO 2020 / TRANSHISTORIAS POR LENNA GUZMÁN / ENTREVISTA A KIM PERÉZ: "Queremos el Premio Nobel de la Paz para las trans de América Latina"

























Por Lenna Guzmán (Desde Sevilla, España).

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Hola Kim, para mí es un honor muy grande poderte hacer esta entrevista. Recuerdo que me asesoraste y resolviste muchas cuestiones entonces. Mucha gente te considera un
referente. Te quieren como una abuela. Hablamos de tu familia, tu vínculo con tus padres y hermanos.

Mi madre me quiso muchísimo y yo también, mi padre, siendo muy bueno, y yo, tuvimos más dificultades mutuas, mi hermana siguiente ha estado siempre cerca, y los otros seis, eran demasiado pequeños en comparación conmigo, desde casi seis años hasta dieciséis años menos, y he tenido que construir mi cariño según han ido creciendo.

Mi madre me quiso muchísimo y yo también, mi padre, siendo muy bueno, y yo, tuvimos más dificultades mutuas,  mi hermana siguiente ha estado siempre cerca, y los otros seis, eran demasiado pequeños en comparación conmigo, desde casi seis años hasta dieciséis años menos, y he tenido que construir mi cariño según han ido creciendo.  

¿Qué sentías entonces y cómo se lo tomaron tus padres?

Empecé a sentir que hubiera sido más feliz naciendo niña con unos nueve años, pero todo quedó para mí y no tuvo consecuencias. En cambio, cuando llegué a los trece años, empecé a travestirme y poco después, a leer sobre la homosexualidad, aunque supe pronto que yo no era homosexual, pues mi sentimiento principal era el rechazo de los varones. Mi madre lo descubrió, y empezó el silencio, porque en aquella sociedad no se podía hablar nada de la  sexualidad.

Me fue afectando todo con terribles sentimientos de culpa que derivaron hacia trastornos obsesivos, que ocultaban, bajo la apariencia de horror a la suciedad o los contagios, mi angustia por la situación. Fue preciso buscar a un psiquiatra, no había psicólogos entonces,y le conté mi historia, toda, con la esperanza de que me diera una explicación, unas palabras, y no sabía que los psiquiatras no responden con palabras, sino recetando medicamentos.
En aquel momento, lo único positivo era que, como mi madre esperaba fuera, al salir yo, el psiquiatra le explicaría todo, que era lo que yo quería, y ella se lo diría después a mi padre, con lo que lo supieron, pero nunca pudimos superar nuestro silencio.   

Llegaste a graduarte como profesora de instituto, ¿por qué elegiste esa profesión? 

Entré en la universidad con dieciséis años  y empecé a estudiar Derecho, pero no era lo mío.  Además, eran unos  estudios casi sólo con varones, muy lejos de mí, aunque hice tres buenos amigos. Pero el ambiente era duro y masculino. A los tres años, lo dejé, y entré en la facultad de Filosofía y Letras, una carrera casi nada más con mujeres, mucho más apropiada para mí, y en la que las asignaturas me parecieron maravillosas como, por ejemplo, Historia del Arte.
Hice tres amigas y dos amigos, a quienes quise mucho, y me enorgullecía ver que en la facultad estudiaban dos poetas, uno ya mayor, consagrado, muy delgado y seco, y otro, joven y enérgico, que escribía poemas de amor en la biblioteca y después también conocido. 

Debía haber terminado con 24 años, pero empecé a perder el tiempo, porque era transexual en secreto, viviendo en torbellinos enormes, en silencio  y con mucha angustia. Entonces, como yo hablaba francés, un amigo me ofreció ir a trabajar a la Embajada de España en Argel y acepté.  De manera inverosímil, fue la primera vez que pude vivir como transexual en mi casa, medio en público. Pero una vez, tenía tanta ansiedad, que bajé a la calle, con un vestido camisero azul, de mujer. No sé qué esperaba, era una callecilla medio solitaria, pero se acercó un hombre, se me quedó mirando, yo me asusté y me volví para el ascensor, pero él se vino conmigo. Me preguntó algo, yo contesté en voz muy baja, y llegamos a mi rellano. Me fui para mi casa y él salió del ascensor y se quedó mirando.

Días después, estando en la embajada en mi trabajo, que consistía  en parte en recoger las noticias sobre España, encontré un artículo encuadrado en el periódico argelino en francés, con el título “¿Por qué nuestros hermanos visten de mujer en la calle?” ¡No se me ocurrió que fuera por mí! Al contrario, pensé que habría otras trans en Argelia, y me ilusioné saliendo esa misma tarde al azar, a buscarlas, pensando que podría haber algún bar y que podría encontrarlas y hablar con ellas. Más adelante, el dueño de la casa que tenía realquilada me habló de una española, Lola, y me pidió que viniera a la casa, a compartirla.

Era muy sencilla y muy cariñosa y varias veces pude por fin vestir de mujer en su compañía, Tenía un novio, Rachid, que era un kabileño rubio, un bereber, y  era muy guapo y agradable, con el pelo rizado y un bigote rubio, como un artista de cine de entonces. Era muy cariñoso conmigo y una vez vino con un sobrino de unos cuatro años, yo estaba vestida de mujer, y él fue muy natural conmigo.

Unos meses después, me puse a estudiar, en la misma Argelia para terminar mis estudios,  me volví a España, los terminé, con 28 años, y así empezó mi vida profesional, trabajando en la Universidad de Granada, muy a gusto, aunque la transexualidad no estaba resuelta, de nuevo como mi gran secreto.  Dos años después, me fui a Londres en las vacaciones de Navidad y estallé, una experiencia común a muchas trans. Nada más bajar del avión, vi a dos chicas tan altas como yo. Mi estatura había sido una de las dificultades que había tenido para vivir como trans y de pronto, estaba resuelta. Decidí quedarme en Londres.  

El paso lo diste un poco tarde, con 50 años. Pero nunca es tarde si la dicha es buena. ¿Te arrepientes de no haberlo hecho antes? 

De hecho, pude haberlo hecho con 30 años, si hubiera estado menos sola, si hubiera tenido por lo menos una persona trans integrada, en quien poder apoyarme. Reconozco que no hubiera tenido la fuerza de prostituirme, y que miro con admiración a quienes lo han hecho, por ejemplo, a Sylvia Rivera, que forma parte de mi vida porque la conocí fugazmente en Bolonia, en 2000.  Yo era de una clase estable y ella fue expulsada de su familia con unos diez años. Pero ella tenía la libertad de la marginalidad, y yo no. Ella vivió en las calles de Nueva York y yo tenía mi casa para refugiarme ante cualquier contratiempo mayor. Eso me quitó la libertad y fui lo bastante insegura como para comprender que hubiera tenido que hacerlo.
Recién llegada, encontré trabajo como pinche en la cocina de un hostel, un puesto interno frecuentado por estudiantes extranjeros,  cómodo y agradable, con buena calefacción todo la noche, chorros de agua caliente en el baño, trabajo que no era agotador. En el cuarto de al lado vivía un estudiante español, muy agradable, pero no me atreví a decirle por qué estaba yo allí. Él tenía novia, acaso no me hubiera comprendido.

Londres, en 1972, era  tan libre como para que hubiera una reunión de crosdessers en un local cedido por una parroquia anglicana, que bendita sea. O para que una calle solitaria viera a una persona vestida de zíngara, falda larga, chaleco negro y blusa violeta y una barba de diez días, una auténtica fuckgender.  Pero me faltaba suficiente experiencia de mí misma como para saber que todo lo que veía en mí ya era seguro y para aguantar lo que fuera.

Por otra parte, yo no sabía entonces nada de inglés y esto era una dificultad objetiva. Llegué a  conocer a dos personas, una, un famoso travesti, y otra, una trans de mi edad más o menos, llegué a sus casas, supongo que con la esperanza de que hablaran francés o español, pero tuve que irme a los cinco minutos.  No encontré  a nadie con quien hubiera podido entenderme y que me hubiera dicho: “¡Aguanta! ¡Has hecho muy bien! ¡Espera unos años, aprende inglés, enseña español, aquí me tienes, a tu lado!” 

Tres años después de volver a España, un buen amigo me ofreció trabajo en una  cooperativa de enseñanza y acepté. Fue para mí un trabajo maravilloso, y ya me quedé en él treinta años, y me retiré, sólo con la frustración de no haber podido seguir mi trabajo en la Universidad. Me había propuesto olvidarme de mis sentimientos. Parecí conseguirlo. Me  absorbí en los temas sociales, escribí, pensé en las cuestiones  de la transición. Pero siempre a solas. Yo no sabía que los sentimientos no se pueden negar: deben canalizarse y yo no sabía hacerlo, Poco a poco, cedí:  reservé a la transexualidad mi fantasía.

No sé. Tres o cuatro años. Cuando ya llevaba quince años de autonegación, en 1991, las fantasías me desbordaban y de pronto amagaron  un estilo sadomaso. Me asusté y entonces me dije:  “Solo la realidad puede salvarme”. Y luego: “Aunque el mundo se hunda”. Estaba cerca de un segundo estallido, como en 1972. Pero entonces, ya era más prudente. Me dije también:  “Todos los días un paso, pero nunca dos”. Lo hice así,  el mundo no se hundió y yo me estabilicé.

¿Qué te ha aportado a tu vida ser trans?

A partir de aquel momento de tomar la decisión de vivir como trans pude vivir feliz y yendo poco a poco. Mi aspecto era secundario. Mi ropa era unisex, por ejemplo, un jersey rosa y un pantalón blanco, bastante poco afortunados, pero lo decisivo fue declararme trans.
Me decidí a llevar falda sólo en octubre de 1996 y mi aspecto resultó mucho más natural.
Mi felicidad era tranquila. La sociedad había cambiado. Comprendí que ser socia de una cooperativa garantizaba mi situación. Hubiera sido lo mismo de ser funcionaria del Estado, pero no hubiera sido lo mismo, y creo que no lo será ahora, si hubiera trabajado por cuenta ajena. Por tanto, en lo principal, me sentí segura.

Acerté también en aprovechar la televisión para darme a conocer como profesor y transexual.
Mis alumnos estuvieron siempre a mi lado. Era tan feliz que les transmitía alegría.
Un taxista de Granada, que me recogió, me dijo: “Es usted más conocida que la Pantoja”.
Mi soledad de siempre se acabó. Amigos gays, amigas y amigos trans, veinte años más jóvenes que yo, y Granada resultó ser una ciudad universitaria, sesenta mil estudiantes en la universidad, abierta, juvenil, internacional. Comiendo con ellos, cenando, yendo a los pubs de ambiente. Viajando, yendo por toda España, cuatro trans, un pequeño milagro de compañía, en un mismo auto. Yendo a la playa, disfrutando de los ojos cerrados bajo el cielo azul y el sol.
Y de sentirnos audaces, libres por fin. Para mí era  la adolescencia y la juventud que no había conocido, llegando treinta años después, pero a tiempo. Conocí por primera vez lo que eran los pubs de ambiente y las discotecas. Mi nuevo mundo.

A la edad de 79 años eres la mujer trans con más experiencia de Andalucía. Habrás vivido de todo. ¿Pero qué situaciones de discriminación y rechazo has tenido que soportar? ¿Y con qué valentía lo has sopesado?

Hay cuatro grados. Una vez, unos chicos, sentados en un banco, me lanzaron un insulto, en voz casi baja, No hice caso y seguí. Me volvieron a insultar un poco más allá, con voz más alta. Seguí. Cuando ya estaba más lejos, me insultaron de nuevo, ya gritando. Necesitaban una respuesta y les angustiaba no tenerla. Ese es el grado más visible y audible, pero más leve. Te cansa, a veces, que se repita. ¿Una vez por mes? ¿Una vez por año? En España, por lo menos, no es todos los días, ni todas las semanas. Puedes ir por la calle, pensando en tus cosas, no hay novedad, pero ay, no te relajes. 

El segundo grado es propio de quienes te discriminan, pero esperan que no te des cuenta. Por eso, es propio de muchos cristianos. Cuando te saludan, extienden mucho el brazo, mucho, esperando que tú hagas lo mismo, casi a distancia coronavirus. Es como si dijeran, sin palabras: “Yo quiero darte un trato de  hombre, no de mujer; y por eso, no quiero que te acerques a darme dos besos, como hacen las mujeres”.

El tercer grado, más fuerte, es el de los amigos de antes, que al verlos te saludan con afecto, porque lo sienten, te dan sus noticias, pero se sienten avergonzados de ser vistos contigo. Y no te llaman nunca.

Y el cuarto, que no es normal en España, pero sí en América Latina, es el de quienes nos golpean, o los clientes que nos usan y nos matan, o los policías que nos violan y abusan, o los que nos niegan el hospedaje, todos los que contribuyen a que las trans, entre contagios, depresiones, golpes, tiros, alcancen como media poco más de treinta y cinco años.

Eres una persona muy querida y has dejado huella en muchos de tus alumnos.¿ Cuéntanos algunas de esas anécdotas?

Estaba una vez con mis estudiantes de Electrónica, de catorce años, los más inquietos, el único curso en el que no se inscribían niñas, pero me llevaba muy bien con ellos. Les enseñaba Ética. Y por otra parte, Formación Humanística, asignatura maravillosamente compuesta de nociones de Antropología, Psicología y Sociología, es decir, verdaderamente lo que correspondía a su nombre, formación humana. 

Era una buena ocasión para que reflexionasen sobre sí mismos, por encima de todo, una cuestión siempre apasionante. Les interesaba. Yo vestía entonces con ropa masculina que no me interesaba, además, con la ropa descuidada, familiar,  de los profesores. Les ponía a hacer redacciones. Un día, uno de ellos, escribió sobre mi apariencia. Escribió: “Me recuerda a mi Seño”, su profesora de unos años antes. Aquello fue un regalo que no he podido olvidar. Aquel muchachillo había sido capaz de ver en mí lo que no se veía.

Sé que he tenido una suma de caracteres masculinos y femeninos, no he sido la otra posibilidad, no medio masculino y medio femenino, mitad y mitad, menos de las dos partes, sino muy fuerte en algunas cosas masculinas, no en todas, y también fuerte en algunas cosas femeninas, aunque, ay, tampoco en todas. Sé que he sido bastante enérgico en clase, aprovechando mi estatura, mi voz, y mi ira a veces, y en cuanto se restablecía la disciplina, es decir, enseguida, volviendo a ser afectuosa, tranquila y maternal, con ellos, incluso de diecisiete años, y con ellas, que no me faltaban al respeto. Incluso, una chica, una vez, medio en broma, me dijo: “Kim, tú es que impones”.

Siempre fuiste una persona inquieta. Ser trans te abrió algunas ventajas, como por ejemplo poder entrar en política. ¿Cuéntanos cómo te fue esa experiencia y hasta dónde llegaste? ¿Que buscabas con esa acción?

Desde que salí del armario me metí en política y nunca en ningún partido. He sido muy amiga de todos los de izquierdas, como el Psoe, Izquierda Unida, Podemos, Recortes Cero, incluso una vez me llamó alguien de centro, como Ciudadanos, y me invitó a comer. Yo sé que mientras yo esté libre, yo mando en ellos, hasta cierto punto, me  tienen que pedir algo que les convenga, pero en cuanto me metiera en ellos, dirían “ahora ya eres nuestra” y no me harían ni caso. Pero he hecho buenos amigos, por encima de todo, y constantes, más allá de la política, como Paco Puentedura, de IU, por ejemplo. En su lado,  en su compañía libre, he estado  en cosas importantes, como en el primer acto parlamentario que hubo en España, la Proposición del Parlamento de Andalucía, de febrero de 1999, reconociendo nuestros derechos, o la Proposición del Congreso de los Diputados, del 14 de abril del mismo año, o al lado de la iniciativa de Carla por la Ley Trans, de 2007, en la que se jugó su futuro en el PSOE, o en la Ley  andaluza de 2017, en la que pude aportar- contigo Lorena -algunas ideas. Aparte, he concurrido a elecciones con Izquierda Unida, con Recortes Cero, con Unidas Podemos, siempre con la idea de que no iba a ser elegida, ni de lejos, pero iba a estar testimonialmente en las listas, y esto ha sido útil para ser vista.    

Kim Pérez es una de las pioneras en hacer uso del lenguaje inclusivo usando terminología neutra. ¿Cuéntanos que te impulsó a trabajar en ello?

En nuestro lenguaje existen reglas sintácticas que obligan por ejemplo a ordenar las palabras de una forma preestablecida y a veces alteran su significado. Por ejemplo, si el adjetivo va delante del nombre, significa un epíteto, una estimación subjetiva de un valor; si va detrás, es un calificativo, que indica cualidades objetivas. También hay reglas morfológicas, referidas por ejemplo a la formación de los femeninos o de los plurales.

Pero hay una sección de estas reglas, que son las sociales o de cortesía. No afectan a la comprensión de las palabras, sino  a su valor social. En castellano, son por ejemplo la que hemos aprendido todos, de que no se debe decir “yo y tú” sino “tú y yo”, y que los discursos públicos deben empezar por  “señoras y señores” o “ciudadanos y ciudadanas”.

Ésta me parece la norma que puede ser modelo de lenguaje inclusivo. Tener en cuenta las realidades que merecen respeto social. Muchas personas trans se entenderán a gusto dentro de las formas femeninas o las masculinas. En  ese sentido, se les aplicarán las normas de cortesía  para hombres o mujeres. Y hay personas trans que tienen una identidad social más ambigua, más intersex, más queer. Mi nombre es ambiguo, por ejemplo. En ese caso, podemos desear un lenguaje más ambivalente, por ejemplo, con la –e.

En esto, hay que tener en cuenta los mecanismos de la academia y de su diccionario. Son muy sencillos: aceptar lo que sea  de uso social. Por  tanto, lo que tenemos que hacer es conseguir que la sociedad vaya haciendo estas normas de uso social, lo que, dado que somos muy pocas personas, se puede conseguir sólo con alianzas: con los gays, las lesbianas, los queer, las izquierdas, las personas abiertas y comprensivas… 

Sabemos que te encanta escribir ensayos sobre transexología. ¿Qué te despertó ese interés y desde cuando te viene esa inspiración? ¿ Piensas publicarlo?

He escrito basándome en mi experiencia y en la experiencia de las trans que conozco. Pero siempre he visto muy difícil publicar y no he encontrado a nadie que me pregunte. Sé que esto es serio por parte de los profesionales. Es difícil entender los matices de una trans, pero no he encontrado nunca preguntas profesionales sobre las trans a una trans como yo.  Supongo que dan por hecho que en sus libros está todo lo que necesitan, pero son a menudo obras de personas no -trans leídas por personas no- trans sobre nosotras las trans, y pueden quedarse muy asombradas si oyen a una trans hablar sobre nosotras.

¿Cuéntanos Kim como es tu día a día y que tareas abordas?

Ahora mismo estoy casi inmovilizada por un cavernoma o angioma, benigno, que es como un montón de vasos amontonados en mi cerebro, de 1 cm de diámetro. Me afecta a la parte derecha de mi cuerpo y me dificulta andar. Estoy bien mientras no intento andar, no me duele, pero me dificulta andar por ejemplo 3 metros.

Afortunadamente, puedo escribir y lo hago casi continuamente y con gusto. Soy muy intelectual y poder hacer esto es lo principal. También veo un rato de televisión, también repaso mi Facebook y desde hace poco, mucho rato de Youtube.

Veo a quienes me cuidan, y gozo mucho de su compañía. También mis amigos y mis hermanos me  llaman por teléfono. Aprovecho un rato la oscuridad y el silencio de la noche para pensar con más claridad que durante el  día, y duermo bien, levantándome  muy temprano.

Kim Pérez es una persona que aboga por la paz. Tu deseo es solicitar el premio Nobel de la Paz para la comunidad trans en latino américa? ¿Qué razón noble te mueve a ello?

En América  Latina las trans son las últimas de las últimas, diré que ni siquiera las últimas  de la sociedad, sino personas situadas fuera de la sociedad. Las consecuencias de esta situación son terribles. En Argentina, un país con una población  muy parecida a la de España, 44 millones frente a nuestros 47 millones, en la mitad  de este año van 37 muertes supongo que violentas, si no no se sabría, normalmente de personas jóvenes, en los veintitantos o treinta y tantos. Hay  asesinatos, por parte de los clientes, incluso patadas en la cara, después de una felación, malos tratos policiales, etcétera.

Cuando la cultura de un país incentiva tales hechos, cuando las trans salen a la calle preguntándose si volverán, es útil provocar una sacudida emocional, y eso se puede conseguir diciendo que queremos el Premio Nobel de la Paz para  las trans de América Latina. Está justificado, porque objetivamente, son personas que están luchando  por su identidad y por su dignidad, dos condiciones que  muchas veces se plantean muchas personas, que pueden ser artistas y quieren ser artistas, o labradores, en nuestro mundo urbano, o prefieren un trabajo humilde, sin ambiciones, o monjes,en un mundo materialista. Se esfuerzan por una condición poco valorada pero que es la suya por razones que cada cual sabe. Y en vez del natural respeto  que merecen, se encuentran con un alud de insultos, golpes e incluso la muerte.

Al decir que se pide para ellas el Premio Nobel de la Paz, muchos se reirán y se burlarán, pero la sociedad  empezará a pensárselo.  Se trata no sólo de justicia, sino de un reconocimiento, el más alto que puede dar nuestra comunidad humana.

Tenemos noticias que empezaste una huelga de hambre cuando la ultraderecha entró a gobernar de Andalucía. Lamentablemente fracasó la huelga. ¿Fue duro verse sola en esa lucha? ¿Qué poderosas razones hay para que una persona atente contra su vida? ¿Lo volverías a hacer si se terciara el caso?

Fue para avisar del avance de la ultraderecha que amenaza a  las trans. En aquel momento,  todavía podía parecer una suposición. Hoy ha avanzado la percepción del peligro, pero no todavía con toda su fuerza. Ojalá todo quede en los planos de ahora, por lo menos en Europa, ya que  la amenaza es ya más brutal en toda América. Pero si hoy crece aquí, de las manos de las TERF, por ejemplo, y de Vox, nos tendremos que despertar.

Yo estuve 6+12 días, es decir, 6, después lo dejé  brevemente y después seguí, otros 12. Lo dejé cuando me enteré de que  podía tener una especie de colapso repentino, morirme sin tiempo para llegar al hospital. Esperaba que compensara el que se hablase de esto, pero hay que decir que hoy, hay muchas personas que entran en huelga de hambre, y nadie habla de ello.  Creo que es un recurso antiguo, desde los tiempos de Gandhi y ya se ha agotado, pero sus estragos sobre las personas pueden ser terribles. Por eso yo no lo haría ya, pero agradezco que algunas personas os acordéis de ella.

Te has convertido en un auténtico icono trans. El Ayuntamiento de Granada te distinguió  con la medalla de oro de la ciudad y pudiste dar un discurso desde su balcón. El tribunal Supremo acaba de prohibir toda bandera que no corresponda a la bandera de España. ¿Crees que puede suponer un revés a los intereses de nuestra comunidad? 

Una norma que sea para todos puede ser respetada por todos, si significa que el balcón de un ayuntamiento debe representar los derechos generales y no los parciales. En aquel momento, fue la toma de los derechos transgaylesbis,  que habían sido negados históricamente por  otras corporaciones, cerrando sus puertas físicamente a nuestras manifestaciones. Excepcionalmente, puntualmente, no en la  regularidad de todos los días, era natural que en aquel momento, tomáramos el balcón del Ayuntamiento de Granada. 

¿Cómo ves el panorama político actual y si hay esperanza para el entendimiento y la paz?

Te diré la verdad. Creo que ya estamos viviendo a escala planetaria, lo nacional ha quedado demasiado pequeño. En esta escala planetaria  hay un enfrentamiento enorme entre globalistas, que son las grandísimas finanzas internacionales, que pretenden ser las que dirijan económicamente todo el planeta, naturalmente a su favor, en contra de  todos los demás, como se está viendo con los alquileres en España, y los antiglobalistas, que pretenden que lo político siga funcionando, también a su favor, como en España, con Vox; pero, por desgracia, estos antiglobalistas están en contra de las trans en América y en contra feroz de los gays en Rusia. No es una lucha de buenos contra  malos, sino, para nosotros, una lucha de malos contra malos. En el momento de las  TERF, tendremos que defendernos nosotras solas.

Kim también ha participado en la creación de la ley integral trans de Andalucía. ¿Qué más políticas consideras necesarias para poderle devolver la dignidad a la colectividad trans, sobre todo en materia de trabajo?

Soy partidaria de políticas educativas y formativas avanzadas. Para una trans, lo primero es cualificarnos, de manera que podamos emplearnos, mediante el acceso por ejemplo a cursos de actualización gratuitos pero que cuenten con la continua renovación de la población. 
No soy partidaria de políticas de discriminación positiva, en las que se nos adjudiquen cupos. En momentos en que hay escasez de trabajo, lo fatal sería que alguien nos viera favorecidas frente a otras personas. Esto lanzaría la transfobia, cuando lo que hay que defender es justo lo contrario: en materia de trabajo, somos igual que todas.

Imaginemos que hubieses llegado a la política.¿Qué te hubiera gustado haber cambiado para construir un mundo mejor?

Un mundo donde se respete la realidad interior de cada persona, en el que todos comprendamos que decir “yo”, desde dentro, es una realidad inmensa, que se contrapone al “no yo”, que abarca al resto del universo. Nadie puede entrar en mí ni yo en nadie. Somos aparentemente casi nada, incluso a la escala de la tierra, hormiguitas, pero tenemos la capacidad de verlo todo desde dentro, desde mí, somos la conciencia del Universo, sensibles al dolor, a veces horroroso, a nuestros amores…

Una política que no tenga en cuenta que ésta es nuestra realidad, que afirme por ejemplo que económicamente valemos equis más, generalmente poco, puede llegar a ser criminal. 

¿Qué le dirías a las nuevas generaciones trans que hoy empiezan pronto?

Las miraré con la esperanza de que su vida sea mejor, como lo ha sido durante los cuarenta años recientes, con el temor de que todo vuelva atrás y con la constatación de que hemos aprendido a vivir juntas y de que debemos seguir ayudándonos.  

Bueno Kim, ¿qué te pareció la película sobre la transexualidad infantil Tal como soy? ¿Qué impresión te ha quedado? ¿Te gustó su final?

Una película sobre la transexualidad sigue siendo un acontecimiento en España. Pero de Tal como Soy, he visto sólo trailers, que me parecen muy llamativos e interesantes, recuerdo la escena de la danza, casi en círculo, con una estética muy impactante, pero no la he visto entera, porque no he tenido la ocasión de verla o no he sabido cómo encontrarla.

Estás muy unida sentimentalmente a América. ¿Que mensaje te gustaría entregar a aquellos países donde la desprotección de las transexuales se hace evidente y sobretodo qué le diría a sus políticos?

En  estos tiempos en que apremian tantas cosas, lo casi normal es que se olviden de nosotras, lo que  significa hambre, abusos y miseria;  que presten atención cuando nos oigan gritar.

Eres una persona muy humilde. Dime Kim. ¿Cómo te gustaría ser recordada cuando nos faltes? ¿Que mensaje bonito te gustaría regalarnos para pervivir en nuestros corazones?

Vivió, sufrió y cumplió su amor.

Pues esto ha sido todo. Kim, ha sido un verdadero placer contar contigo, y espero hayas disfrutado de la entrevista. Desde la Revista Diversa agradecemos tu inestimable colaboración y te mandamos un abrazo. Personalmente ne encuentro feliz y orgullosa de tener una amiga como tú. Muchas gracias por existir. Eternamente agradecida. 

Gracias a ti Lorena por el tiempo y la entrevista para La Revista Diversa, a seguir sumando.

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