ORGULLO 2020 / CON MIS DERECHOS NO TE METAS DE RUFINO ARCO: INTERSECCIONALIDAD LGBTIQ Black Lives Matter
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La muerte de George Floyd a manos de un agente de policía de Minneapolis ha generado infinidad de movimientos sociales a todo lo ancho y largo del mundo globalizado que habitamos, aunque, y obviamente, con mayor contundencia en EEUU.
Hay un detalle que llama mi atención, y es el silencio generalizado de multitud de organismos oficiales y entre ellos, las corporaciones policiales de España, así como el gobierno central, aparte de muchos otros.
Este asunto me parece lógico por un lado, pero desacertado por el otro. La labor policial es un contexto muy complejo donde es difícil en muchas ocasiones establecer la frontera entre lo bueno y lo malo, entre lo legal y lo ilegal. Eso lo sabemos todas las personas que estamos cercanas al derecho, donde infinidad de detalles dependen de interpretaciones subjetivas. Y esta característica no tiene perspectivas de cambio debido a la propia idiosincrasia del mundo judicial y su pretendida independencia.
A causa de esto vamos a encontrar pocas muestras de apoyo a unas protestas que apuntan directamente a una mala praxis policial. Porque hay un sentimiento arraigado de que “eso mismo me podría pasar a mí” en una intervención en la que aparezcan complicaciones, en la que la información con la que cuentan los indicativos intervinientes sea sesgada, en la que haya inferioridad numérica, en la que corra riesgo la vida y seguridad propias, de la otra parte del indicativo o de parte de la ciudadanía, muchas de ellas circunstancias desconocidas por la gente que pueda estar viendo los hechos en directo, o peor aún, visionando un fragmento descontextualizado de un video que se haga viral. Toda una carrera profesional intachable se va por la borda por culpa de una interpretación subjetiva, ya no solo de la esfera judicial, sino de la opinión pública.
Esto es lo que pasa por la mente, y en la mayoría de los casos es la motivación del silencio. Es entendible, pero es por una parte reflejo de una inseguridad, y por el otro, una complicidad cobarde. Porque nos lleva a empatizar con la supuesta persona agresora en vez de con la supuesta víctima. Si, es lo estipulado legalmente, pero invita a la reflexión.
No podemos olvidar que las personas que nos dedicamos a mantener el orden y la paz siempre vamos a defender acciones cívicas a modo de protesta, y prácticamente nunca apoyaremos unos disturbios fuera de cualquier control, con producción de innumerables daños materiales y posibles bajas humanas. Lo llevamos en nuestra formación y en nuestra personalidad.
Eso sí, hay un detalle contra el que no nos entrenan (entre otros) ni a policías ni al resto de la ciudadanía, y es a aceptar una crítica cuando viene de una generalización. Y es curioso e interesante como una afrenta que carece por completo de lógica duele tanto. Es evidente que todas las personas que vestimos uniforme no somos iguales, ni tenemos las mismas valoraciones subjetivas, aunque sí que nos comportamos de manera uniforme y acorde a la legalidad, en la mayoría de los casos. Sin embargo, cuando leemos el “All Cops Are Bastards” nos hierve la sangre. Somos conscientes que no es cierto, y aun así nos cuesta entender que haya parte de la comunidad que efectivamente elige creerlo, y decirlo abiertamente, como viene sucediendo de manera generalizada en sectores de extrema izquierda. Nos muestra en nuestra cara el fracaso de las políticas conciliadoras, y nos recuerda al mismo tiempo como actuaciones policiales en el pasado, y no tan alejadas en el tiempo, deja a la institución policial y a su corporativismo con la cara colorada, por no haber identificado o reconocido a tiempo un garbanzo podrido o un lobo disfrazado de oveja dentro del rebaño. Sin olvidar que hay policías y policías, no siendo de justicia que se compare a agentes de países con consolidada tradición de servicio a la ciudadanía y escrupulosa fiscalización de malas praxis, con agentes de países que aún tienen un nulo control al respecto o que se asemejan más a una “república bananera” que a un estado de derecho. De nuevo nos encontramos en una situación donde no hay “malo vs bueno” sino necesidad de comprensión recíproca entre el sector que erróneamente generaliza y el que recibe el ataque.
Pero, aun así, el silencio muestra algo aún más profundo, que es el objetivo de estos párrafos. Y para ello voy a ir más allá, porque mis redes sociales están repletas de personas sensibilizadas y volcadas con la defensa de derechos del colectivo LGBTIQ+, y sin embargo, un amplio sector también permanece callado al día de hoy.
No estamos entendiendo, o no estamos queriendo entender el significado del movimiento “Black lives matter” (Las vidas negras importan), porque nos estamos quedando en la superficie, en los daños materiales y humanos, en las características de la actuación policial que llevó al supuesto asesinato de G. Floyd, en las estadísticas de delincuencia que marcan una mayor incidencia de personas racializadas y estamos ignorando el origen, porque aún ahora, esto va de lo que les está pasando a “otros”. Alienación, es el término clave.
Y de esto sabemos un montón en el colectivo LGBTIQ+. Donde la existencia de sectores privilegiados llegó incluso a apropiarse, consciente o inconscientemente, del movimiento reivindicativo. Y lo digo yo, varón, caucásico, de una ciudad europea, de familia de clase media que me apoya y acepta, con estudios universitarios, con una plaza de funcionario del estado y feliz y abiertamente homosexual, si es que tuviera que especificar ese concepto. Soy un privilegiado entre los privilegiados. Lo sé, y mi deber como ser humano social es tener la sensibilidad de ser consciente de ello y de ser capaz de ver las situaciones en las que esos privilegios están ausentes, para entender el mundo en el que vivo y las personas con las que comparto tiempo y espacio.
Interesante y anecdótico es ver cómo se acerca la fecha del orgullo LGBTIQ+ (y no solamente gay, como ejemplo de lo que vengo hablando), ese señalado 28 de junio, en el que una persona transexual afrodescendiente planta cara a unos agentes de policía, provocando unas protestas que han sido de trascendencia histórica. Y precisamente en EEUU. Me invita a seguir estableciendo paralelismos entre el movimiento de lucha por los derechos del colectivo LGBTIQ+ y los de personas racializadas o el del colectivo gitano, que tanta historia y poco reconocimiento tiene en España, y frente al que tantos prejuicios y desinformación existe tanto en la sociedad general como entre las filas de las corporaciones policiales, reflejo de esta última.
Queda patente de nuevo que lo que se hace visible, se lleva el garrotazo. Tanto en sentido figurado como en el real. Si no que se lo digan a las personas con pluma, a las mujeres trans, etc. Porque no nos engañemos y es que pretendemos vivir en sociedades que abrazan la diversidad, cuando lo que en realidad hacen es “tolerar” aquello que no diste mucho de lo normativo. Si pasas desapercibido en un grupo dominante entonces vas a encajar a la perfección; y si no inmediatamente, con el tiempo lo harás en cuanto vean que no eres tan diferente a lo normativo.
Si eres diferente y además no muestras intención alguna de asemejarte a aquello que encuentran “normal”, entonces vas a encontrar frente a ti no solo a la masa dominante, sino a tus semejantes que si que optaron por mimetizarse porque tú eres la muestra de aquello que tuvieron que repudiar para alcanzar la situación privilegiada, privilegiada frente a ti y otras minorías diversas. No olvidemos que para que exista lo uno, debe existir lo otro. Por lo tanto, eres una amenaza clara y contundente, una patata caliente que nadie quiere sostener.
Pero he aquí, que en la historia, las patatas calientes se caracterizan precisamente por eso, porque acaban explotando. Y en esta ocasión le ha tocado a EEUU, como lo podía haber sucedido a Francia con alguna persona de ascendencia árabe, a Israel con alguien de Palestina, a España con alguien de etnia gitana, y un sinfín de ejemplo, aunque reconozcámoslo, EEUU llevaba un muy elevado número de papeletas de esta rifa… son las consecuencias inherentes a una política neoliberal, como sus votantes y cabezas visibles bien conocen y deberían, como mínimo, contar con ello y no sorprenderse.
Así que esto es lo que está sucediendo. Las personas afrodescendientes de EEUU, y del resto del planeta, han dicho BASTA. La patata ha reventado, de nuevo (pues estas dinámicas son cíclicas, como tantas otras cosas de las sociedades).
Y más nos vale entender qué está sucediendo con las personas afrodescendientes, latinoamericanas, árabes, nativas, indígenas, etc. porque el precio de nuestros privilegios es su dignidad. Y están en su legítimo derecho de dar un puñetazo sobre el tablero, como hicieron las mujeres, como hizo el colectivo LGBTIQ+, como hizo el campesinado que acabó con la época feudal, la revolución francesa con la monarquía, las colonias con los países soberanos, y las miles de injusticias que el ser humano ha ido cometiendo por donde ha ido pisando.
En otras épocas quedaba medianamente claro el origen del descontento: el cacique que se quedaba la cosecha y violaba mujeres a su antojo, una familia real déspota, el sacerdote de cualquier religión que abusaba de su poder, la persona que lidera una comunidad de manera sanguinaria y cruel. Y por tanto era sencillo identificar qué cuello cortar, que vivienda quemar, a quien ahorcar, eran otros tiempos. Hoy día habría que buscar o elegir a quien postrar ante la justicia. Pero, ¿Cómo se hace eso cuando la discriminación es transversal e institucional?, la respuesta es transparente a toda la sociedad. Mediante unos disturbios que sean imposibles de obviar. Pagan justos por pecadores, sí. Aunque no olvidemos que la situación de las personas desfavorecidas y oprimidas es ampliamente conocida y aceptada por el grueso de la sociedad, que decide desviar la mirada hacia el otro lado. En parte todas las personas somos responsables. No olvidemos quien ha colocado a la clase política en su sillón de legislación hemos sido la sociedad, y por tanto, esta institución no es sino el reflejo de nuestras decisiones. Sus fallos son los nuestros, y nuestra la responsabilidad.
Como alguien dijo en una ocasión: “El mundo es el hogar construido con los ladrillos que cada singular persona aporta al mismo”. La pregunta ahora es: ¿tu ladrillo va cargado de la intención de comprender la situación desde los testimonios de aquellas personas que sienten la opresión; ¿situando en lo más alto de la pirámide de prioridades la dignidad de la persona (como mostró la policía de Miami, arrodillándose)? ¿O tiene tintes de silencio cómplice?
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