LETRAS INDÓMITAS CON NICOLÁS COLFER: ENTREVISTA A RJ ARKHIPOV
RJ Arkhipov es un poeta de origen galés que ha ganado fama internacional con sus «poemas de sangre». En uno de sus muchos viajes, conoció al porteño Nicolás Colfer, colaborador habitual de La Revista Diversa, quien, en este caso, se pone en el rol de entrevistador para que podamos conocer mejor la genialidad de su amigo y cómplice. El sábado 4 de mayo, en Buenos Aires, el tándem Arkhipov-Colfer presentará en conjunto una serie de poemas en la muestra artística «Camino a Stonewall». El acceso a la muestra es libre y gratuito.
RJ ARKHIPOV POR NICOLÁS COLFER
NICOLÁS COLFER: Cuéntanos acerca de tus «poemas de sangre».
RJ ARKHIPOV: El año pasado, en el Día Mundial de la Donación de Sangre, publiqué una colección de poemas, ensayos y fotografías –titulada Visceral: La poesía de la sangre– que explora la polisemia de la sangre, particularmente desde la perspectiva del cuerpo gay. Cuando comencé a escribir el libro, en 2015, usé mi propia sangre como tinta para protestar contra la prohibición de donar sangre que se nos impone aún en muchos países de Occidente, incluida la mayor parte de Europa y Norteamérica.
La sangre es objeto de potentes metáforas. Ata en ella las nociones de familia, fertilidad, violencia y estigma. Fluye constantemente a través de nuestros cuerpos, desde antes de que nacemos hasta el día en que morimos. Los latidos devotos del corazón mantienen su curso. En su poema «La palabra», Pablo Neruda exclama: «Nació la palabra en la sangre, creció en el cuerpo oscuro, palpitando, y voló con los labios y la boca». Pasé muchos meses valorando este fragmento –que adorna, por cierto, el epígrafe de Visceral– y creo que expone una verdad profunda y esencial.
Tu biografía se abre habitualmente con el hecho de que naciste en Gales y renaciste en París. ¿Por qué te referís a dos nacimientos diferentes?
Es una pregunta muy interesante y requiere un poco de contexto. Nací y me crié en Gales. La dejé a los dieciocho años para estudiar en París. Ahí me reconcilié con quien soy realmente: acepté, al mismo tiempo, mi homosexualidad y mi poesía. Como les ocurre a menudo a muchos escritores y poetas –incluido Pablo Neruda, cuyo nombre de nacimiento fue Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto–, cambié también mi nombre. Renací en París de muchas maneras. La capital francesa fue mi crisálida. Mi metamorfosis: poesía y sensualidad.
¿Trataste alguna vez de hacer poesía en tus idiomas no-nativos?
Creo que, para la mayoría de los poetas, la poesía es un idioma no nativo en sí misma. Se aprende a través del primer idioma. De algún modo, es el antónimo de tu idioma nativo. Te invita a ser indiferente a muchas reglas: gramaticales, ortográficas y sintácticas. O quizás la poesía es el idioma verdadero, porque te permite sentir el flujo natural de las palabras más que arreglarlo según las reglas que aprendés.
En cuanto a escribir en francés o castellano, lo hice, pero el idioma de mi poesía –al menos por ahora– es el inglés. Dicho esto, incorporo palabras de otros idiomas cuando no puedo traducir al inglés lo que quiero decir. Entre ellas, cuento «hiraeth» de mi galés natal; la francesa «retrouvailles», que no encaja a la perfección con «reunión»; y «desencuentro» en castellano, que no tiene par en inglés.
Una vez me hablaste de tu preferencia por Neruda y lo mucho que su trabajo sigue inspirándote hoy en día. Curiosamente, vos escribís sobre el amor gay –o más importante: sobre el Deseo gay– pero Neruda es un poeta heterosexual cuya idea del amor es bastante tradicional. ¿Cómo hacés para mantenerte alejado de la tradición? ¿Es posible para la poesía LGBTI abrevar en las fuentes de la poesía heterosexual?
Creo que, como todo miembro de la comunidad LGBTI, no soy enteramente representado por la sigla que me representa. Neruda vivió lleno de curiosidad, viajó por todas partes y tuvo, igual que yo, una conexión profunda con Francia y Rusia. En su poesía, abundan los mares, los bosques y las constelaciones; en la mía también. Su poesía, como la mía, es al mismo tiempo sensual y política.
Tus «poemas de sangre» están reunidos en un libro hermoso, lleno de imágenes de tu propio cuerpo. Tradicionalmente, los poetas estuvimos «ausentes de cuerpo», por decirlo de algún modo. A nadie parecía importarle la carne detrás de las palabras, tal vez porque se suponía que la poesía debía trascender esa carne. Pero estamos en el siglo XXI, la era de la carne permanentemente exhibida y, quizás, también la era de la poesía renacida. ¿El cuerpo debe ser parte de la producción y exhibición de la poesía contemporánea? Más precisamente, ¿por qué creés que la desnudez es tan importante para las artes queer y las artes contemporáneas en general?
No estoy seguro de que el cuerpo deba ser parte de la poesía de hoy, pero a mí me inspira profundamente. Sobre todo, el cuerpo masculino. Imaginé muchísimo mi libro, Visceral, como un cuerpo viviente. Un cuerpo por el que fluye la poesía de la sangre y en el que cada capítulo es un órgano.
En cuanto a la importancia de la desnudez en las artes queer o contemporáneas en general, diría que la desnudez masculina ha sido central para el trabajo de los artistas –en especial, de escultores y pintores– durante miles de años. Fue a partir de la guerra que el cuerpo masculino se vio eclipsado por lo abstracto y lo conceptual. Nuestra comunidad se aferra al desnudo masculino por «razones viscerales». En mi opinión, la poesía debe sentirse, no pensarse. Y nuestros sentimientos están estrechamente ligados a nuestros cuerpos. Deberíamos abrazar nuestra sensualidad.
¿Cuál es, para vos, la clave de la poesía LGBTI contemporánea?
Si miro hacia atrás, digo que la clave es la lucha. Este año, celebramos los cincuenta años de los disturbios de Stonewall, piedra basal del movimiento internacional de liberación gay. Peleamos mucho para llegar adonde estamos hoy. No podemos ser complacientes. Dicho eso, miro hacia delante y espero que nos permitamos ser imperfectos, cometer errores y diversificarnos por dentro.
Me pongo serio: ¿los preferís galeses, franceses o latinos?
«Conozco la piel de la tierra y sé que no tiene apellido».
¿Dónde estás ahora? ¿Cuándo volvés a Buenos Aires?
En este momento, estoy en Londres. Espero volver a Buenos Aires tan pronto como sea posible, aunque soy consciente de que la dejé hace no mucho. Buenos Aires es hermosa. Quizás regrese en noviembre para la Marcha del Orgullo. Lamento especialmente no poder asistir, físicamente al menos, a «Camino a Stonewall», la exhibición artística del 4 de mayo en Le Gurru. Sin embargo, estoy agradecido de que mis poemas puedan llegar hasta ahí y, gracias a cierto escritor llamado Nicolás Colfer, aventurarse en el idioma del Río de la Plata.
RJ ARKHIPOV POR NICOLÁS COLFER
NICOLÁS COLFER: Cuéntanos acerca de tus «poemas de sangre».
RJ ARKHIPOV: El año pasado, en el Día Mundial de la Donación de Sangre, publiqué una colección de poemas, ensayos y fotografías –titulada Visceral: La poesía de la sangre– que explora la polisemia de la sangre, particularmente desde la perspectiva del cuerpo gay. Cuando comencé a escribir el libro, en 2015, usé mi propia sangre como tinta para protestar contra la prohibición de donar sangre que se nos impone aún en muchos países de Occidente, incluida la mayor parte de Europa y Norteamérica.
La sangre es objeto de potentes metáforas. Ata en ella las nociones de familia, fertilidad, violencia y estigma. Fluye constantemente a través de nuestros cuerpos, desde antes de que nacemos hasta el día en que morimos. Los latidos devotos del corazón mantienen su curso. En su poema «La palabra», Pablo Neruda exclama: «Nació la palabra en la sangre, creció en el cuerpo oscuro, palpitando, y voló con los labios y la boca». Pasé muchos meses valorando este fragmento –que adorna, por cierto, el epígrafe de Visceral– y creo que expone una verdad profunda y esencial.
Tu biografía se abre habitualmente con el hecho de que naciste en Gales y renaciste en París. ¿Por qué te referís a dos nacimientos diferentes?
Es una pregunta muy interesante y requiere un poco de contexto. Nací y me crié en Gales. La dejé a los dieciocho años para estudiar en París. Ahí me reconcilié con quien soy realmente: acepté, al mismo tiempo, mi homosexualidad y mi poesía. Como les ocurre a menudo a muchos escritores y poetas –incluido Pablo Neruda, cuyo nombre de nacimiento fue Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto–, cambié también mi nombre. Renací en París de muchas maneras. La capital francesa fue mi crisálida. Mi metamorfosis: poesía y sensualidad.

Creo que, para la mayoría de los poetas, la poesía es un idioma no nativo en sí misma. Se aprende a través del primer idioma. De algún modo, es el antónimo de tu idioma nativo. Te invita a ser indiferente a muchas reglas: gramaticales, ortográficas y sintácticas. O quizás la poesía es el idioma verdadero, porque te permite sentir el flujo natural de las palabras más que arreglarlo según las reglas que aprendés.
En cuanto a escribir en francés o castellano, lo hice, pero el idioma de mi poesía –al menos por ahora– es el inglés. Dicho esto, incorporo palabras de otros idiomas cuando no puedo traducir al inglés lo que quiero decir. Entre ellas, cuento «hiraeth» de mi galés natal; la francesa «retrouvailles», que no encaja a la perfección con «reunión»; y «desencuentro» en castellano, que no tiene par en inglés.
Una vez me hablaste de tu preferencia por Neruda y lo mucho que su trabajo sigue inspirándote hoy en día. Curiosamente, vos escribís sobre el amor gay –o más importante: sobre el Deseo gay– pero Neruda es un poeta heterosexual cuya idea del amor es bastante tradicional. ¿Cómo hacés para mantenerte alejado de la tradición? ¿Es posible para la poesía LGBTI abrevar en las fuentes de la poesía heterosexual?
Creo que, como todo miembro de la comunidad LGBTI, no soy enteramente representado por la sigla que me representa. Neruda vivió lleno de curiosidad, viajó por todas partes y tuvo, igual que yo, una conexión profunda con Francia y Rusia. En su poesía, abundan los mares, los bosques y las constelaciones; en la mía también. Su poesía, como la mía, es al mismo tiempo sensual y política.
Tus «poemas de sangre» están reunidos en un libro hermoso, lleno de imágenes de tu propio cuerpo. Tradicionalmente, los poetas estuvimos «ausentes de cuerpo», por decirlo de algún modo. A nadie parecía importarle la carne detrás de las palabras, tal vez porque se suponía que la poesía debía trascender esa carne. Pero estamos en el siglo XXI, la era de la carne permanentemente exhibida y, quizás, también la era de la poesía renacida. ¿El cuerpo debe ser parte de la producción y exhibición de la poesía contemporánea? Más precisamente, ¿por qué creés que la desnudez es tan importante para las artes queer y las artes contemporáneas en general?
No estoy seguro de que el cuerpo deba ser parte de la poesía de hoy, pero a mí me inspira profundamente. Sobre todo, el cuerpo masculino. Imaginé muchísimo mi libro, Visceral, como un cuerpo viviente. Un cuerpo por el que fluye la poesía de la sangre y en el que cada capítulo es un órgano.
En cuanto a la importancia de la desnudez en las artes queer o contemporáneas en general, diría que la desnudez masculina ha sido central para el trabajo de los artistas –en especial, de escultores y pintores– durante miles de años. Fue a partir de la guerra que el cuerpo masculino se vio eclipsado por lo abstracto y lo conceptual. Nuestra comunidad se aferra al desnudo masculino por «razones viscerales». En mi opinión, la poesía debe sentirse, no pensarse. Y nuestros sentimientos están estrechamente ligados a nuestros cuerpos. Deberíamos abrazar nuestra sensualidad.
¿Cuál es, para vos, la clave de la poesía LGBTI contemporánea?
Si miro hacia atrás, digo que la clave es la lucha. Este año, celebramos los cincuenta años de los disturbios de Stonewall, piedra basal del movimiento internacional de liberación gay. Peleamos mucho para llegar adonde estamos hoy. No podemos ser complacientes. Dicho eso, miro hacia delante y espero que nos permitamos ser imperfectos, cometer errores y diversificarnos por dentro.
Me pongo serio: ¿los preferís galeses, franceses o latinos?
«Conozco la piel de la tierra y sé que no tiene apellido».
¿Dónde estás ahora? ¿Cuándo volvés a Buenos Aires?
En este momento, estoy en Londres. Espero volver a Buenos Aires tan pronto como sea posible, aunque soy consciente de que la dejé hace no mucho. Buenos Aires es hermosa. Quizás regrese en noviembre para la Marcha del Orgullo. Lamento especialmente no poder asistir, físicamente al menos, a «Camino a Stonewall», la exhibición artística del 4 de mayo en Le Gurru. Sin embargo, estoy agradecido de que mis poemas puedan llegar hasta ahí y, gracias a cierto escritor llamado Nicolás Colfer, aventurarse en el idioma del Río de la Plata.
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