DIARIO DE VIAJE POR NICOLAS COLFER / SAKURA QUEER CAPTOR: HACIA UNA REIVINDICACIÓN DE TOMOYO

Nicolás Colfer es escritor y corrector literario. Trabaja en acciones culturales para la Ciudad de Buenos Aires, con el acento puesto en la visibilidad de las disidencias sexuales. Promueve en sus redes la construcción de una Literatura diversa e interactiva.
 
Como soy una loca mala, voy a empezar este artículo con un spoiler. Hace poco, se estrenó Star Wars: The Rise of Skywalker, la última película de la saga que Disney ha corrompido. Disney es el Lado Oscuro de la Fuerza, pero, para engañarnos, de vez en cuando comete algunas transgresiones a su propia norma, de modo que podamos decir: “¡Wow, cómo abrieron sus cabezas estos tipos!”. El Episodio IX de Star Wars contiene un beso lésbico: para festejar que los buenos ganaron de nuevo, dos mujeres de la Resistencia chapan un poquito. El beso es ínfimo y hasta irrelevante, pero che, qué bien, Disney aceptó que dos mujeres chapasen en una peli apta para mayores de 13 años. Por supuesto, el Lado Oscuro siempre termina revelando su verdadera faz. Con demasiada facilidad, la empresa de Mickey accedió a censurar ese beso (literalmente, a desterrar la imagen de la película) con tal de no perder audiencia en países que hacen de la homofobia un culto. O sea, en realidad no avanzamos nada y las regalías siguen siendo el verdadero Emperador de esta historia. ¿Plot twist? Finjamos sorpresa. 

En ese contexto, me pareció hermoso revisitar una serie animada que iluminaba mis días de niño trolo. Me refiero a Sakura Card Captor. La temporada original del animé contiene 70 episodios que están disponibles en YouTube. Cuenta la historia de Sakura Kinomoto, una niña de ojos verdes y redondos que, por accidente, libera las cartas creadas por el mago Clow. Cada una de estas cartas contiene un poder enorme (y potencialmente destructivo), que ella deberá sellar con un báculo mágico y asistida por un gatito volador llamado Kero. En fin, una cosa muy japonesa. Reproduje el primer episodio con un entusiasmo que ya no tengo para las series en general (“¡Sí, iuju, Sakura, te amo!”) y me eché en la cama para viajar con comodidad a la fantasía de mi infancia. Pero las fantasías son, a menudo, como el río de Heráclito: no podemos habitar dos veces la misma.  

Yo amaba Sakura Card Captor. Me recuerdo marcando con mis piecitos el ritmo de la canción de apertura (“Yo quisiera que supieras / cuánto extraño tu presencia aquí”) y pidiéndole a Papá Noel un mazo de cartas mágicas para hacer como ella. Por supuesto, las cartas mágicas no existían y yo de Sakura no podía hacer por dos razones: era demasiado gordo y tenía pito. La primera razón no tenía que ver tanto con la imposibilidad de lucir los diseños que confecciona Tomoyo, la mejor amiga de Sakura, sino con el hecho de que en la serie no hay gordos. Ya en el primer episodio, se aclara que Sakura ama los deportes y, aunque tiene un apetito voraz, en la pista de atletismo quema todo lo que come. Su padre y hermano también son buenos con los deportes; tienen torsos esbeltos y excesivamente largos. Podría pensarse que la genética los beneficia, pero ni uno solo de los compañeros de escuela de Sakura tiene sobrepeso. Hasta las cartas Clow parecen torneadas por la misma hegemonía.

En ese entonces, la segunda razón era menos inquietante. La serie aliviaba mis tribulaciones secretas (como ya sabía dónde estaba mi deseo, me angustiaba que este fuera incompatible con los valores y expectativas de mi entorno familiar y escolar), porque varios de sus personajes principales son claramente homosexuales. Recuerdo la alegría que me provocó comprobar que Li Shaoran, el rival de Sakura, estaba enamorado de Yukito Tsukishiro. Yo tenía más o menos la misma edad que Li. 

Yukito teje, al mismo tiempo, una amistad demasiado cercana con Toya Kinomoto, el hermano de Sakura, quien de a poco deja entrever que está enamorado de su amigo (que Yukito sea el objeto de deseo por antonomasia tiene que ver con el carácter sobrenatural del personaje). Esa información es brindada por Toya sobre el final de un episodio en el que lo vemos representar a Cenicienta en una puesta de teatro escolar. Casi como si fuera necesario “aprincesar” al hermano chongo y deportista de Sakura para hacer aprehensible su deseo.

Pero, en rigor, el deseo homosexual no turba a los personajes. Salvo cuando lo expresa Tomoyo. Si antes mi personaje favorito era Li Shaoran, el niño gay con quien me sentía identificado, ahora lo es Tomoyo Daidoji, la niña rara que incomoda a todo el mundo. Reivindicarla es la verdadera razón de este artículo. Desde el momento en que aparece escoltada por una tropa de mujeres fuertes, Tomoyo se nos presenta como incondicional: acompaña a Sakura en casi todas sus aventuras, le eleva la autoestima y hasta registra en video sus hazañas. Pero lo primero que Sakura nos cuenta de Tomoyo es que “es una persona extraña”. Para ilustrarlo, se turba de manera hiperbólica ante la alegría que a Tomoyo le provoca estar con ella. Esta turbación es una constante a lo largo de la serie y se agrava en las ocasiones en que también se turban los demás. Cada vez que Tomoyo expresa eso indescriptible que Sakura le provoca, los personajes se espantan y sudan. Pero a Tomoyo no le importa: gusta tanto de Sakura que no puede contener sus expresiones. 


Si, como yo creía recordar, Sakura Card Captor naturaliza la homosexualidad, ¿por qué el deseo de Tomoyo es perturbador cuando no lo es el de Li, ni el de Toya, ni siquiera el de Yukito? ¿Es que acaso todo este tiempo entre la transmisión de la serie y el estreno de Star Wars pasó sin que pudiéramos remediar nuestra lesbofobia? “Pero, Colfer”, me dirán, “de todos modos es muy transgresor que una serie animada de los noventa muestre que está todo bien con ser gay”. Ajá, les diré, del mismo modo que está bien que una película de Star Wars contenga, en su versión sin censura, un besito entre dos mujeres. ¿Pero por qué no es Leia la lesbiana? ¿Por qué Sakura no engorda si le gusta comer tanto? ¿Por qué Toya Kinomoto no se trasviste también fuera del teatro? ¿Qué efecto cómico tiene la turbación provocada por Tomoyo en un contexto en el que a nadie turba la relación entre Yukito y Toya? Más aún, ¿por qué Sakura no puede corresponderle a Tomoyo? ¡Ahora me acuerdo! Cuando la serie avance, Li Shaoran se va a olvidar de Yukito para concentrar su deseo en Sakura; se va a heterosexualizar…

Los premios consuelo siguen siendo los mismos, porque nosotras seguimos expresando un nivel similar de conformismo. Además, los trolos somos egoístas. Como nuestros cuerpos (cuanto más esbeltos mejor, cuanto más occidentales mejor) siguen copando todos los espacios alcanzados por la vista, no nos preocupa que otros sean invisibles. Como nuestro deseo es reivindicado hasta por políticos de adscripción católica, no nos desvela que otros deseos continúen proscritos. Yo quiero que se reivindique el deseo de Tomoyo, y que Elsa de Frozen sea no solo lesbiana sino también gorda. Yo quiero habitar fantasías nuevas.     

Comentarios

  1. Desde el punto de vista de la discriminación de fisonomías, no había tomado consciencia aún cuando en la actualidad estoy reviendo la serie con mi novio. Aunque estoy de acuerdo en que la protagonista no necesariamente debería ser atlética y sobresalir en varias áreas, tampoco se si es tan malo intentar inculcar buenos hábitos de salud a través de quién será para muchos un modelo a seguir.

    En cuanto a la lesbofobia, entiendo que no hay ninguna relación lésbica consumada en la serie ya que el deseo amoros de Sonomi hacia Nadeshiko (madres de Tomoyo y Sakura respectivamente) también se ve frustrado; pero teniendo en cuenta que la idea de las CLAMP era abordar distintos tipos de amor cabe la posibilidad que hayan sentido que la temática de amor homosexual estaba abordada con Yukito y Touya.
    Quizás prefierieron encontrar en Tomoyo un paralelismo emocional entre el que su madre sentía por su prima y el que ella misma siente por Sakura (que también es su prima); los sentimientos de ambas no son correspondidos pero una desarrolla un deseo egoísta que la lleva a perderse gran parte de los últimos años de vida de Nadeshiko e incluso prácticamente no tener vínculo con su sobrina, mientras Tomoyo puede encontrar la felicidad en ver a la persona que ama ser feliz con la persona que ella elija y prefiere atesorar cada momento compartido con ella.
    Creo que parte de la situación que genera desconcierto en muchos es el claro amor de Tomoyo hacia su prima, amor que no es bien visto por casi ninguna sociedad y menos aún por los estándares orientales muy estrictos con las formas, por lo cual también es visibilizar un tipo de amor socialmente no convalidado.

    Respecto a la obra de teatro donde Touya es la princesa y una compañera el príncipe, la dinámica se reitera en la siguiente temporada con Sakura siendo príncipe y Shaoran siendo princesa. Siento que criticar que no se vuelva a ver a Touya vestido de mujer en lugar de valorar la ruptura del concepto de generó en una serie de los '90 es un tanto injusto. También desconocer que Cardcaptor Sakura tiene un antecedente en Sailor Moon donde se abordó con profundidad un amor lésbico y puede que haya querido explorar otros tipos de vínculos sentimentales.

    En cuanto a la heterosexualización de Shaoran, en cierta forma es real pero también se ve claramente que a lo largo de la historia empiezan a coexistir los sentimientos de este por Yukito y por Sakura y cuando decide confesarse con Yukito este le dice que es muy probable que no sienta amor por él y que en realidad sea atracción por la magia de la luna que posee Yue y ser el mismo tipo de magia que él tiene, le dice también que el verdadero amor es un sentimiento que va evolucionando con las situaciones compartidas con una persona y no algo que se da a primera vista. Además habiéndose dado cuenta de los sentimientos de Shaoran hacia Sakura, Yukito le dice que quizás puede que él esté enamorado de alguien más. Es cierto que se apela a un recurso argumental para reprimir o reencauzar los deseos homosexuales de este personaje pero personalmente creo que también es valorable que se aborde el conflicto interno de un chico que tiene sentimientos hacia ambos géneros.

    Para finalizar vuelvo al personaje principal de este artículo. Quizás en lugar de centrarnos en la no consumación del amor entre Tomoyo y Sakura podríamos valorar que, a sus iniciales 8/9 años, Tomoyo tiene la madurez emocional para entender que los intereses amorosos de Sakura se dan con hombres, aprender de los errores cometidos por su madre disfrutando de la compañía de esa persona especial para ella y pudiendo encontrar felicidad en la felicidad del ser amado, siendo además un apoyo incondicional en todo lo que se proponga.
    Me gusta imaginar que en su adolescencia Tomoyo va a dejar su obsesión con Sakurita y se permitirá encontrar el amor con una chica que pueda corresponder sus sentimientos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario