LETRAS INDÓMITAS: Princesa tú, princesa yo

Por Juan Carlos Herranz

La literatura combate la ignorancia que brilla en nuestro convulso e injusto mundo. Usted podría pensar que soy uno de esos charlatanes dedicados a plasmar en papel unas ideas retrógradas e inadecuadas para una sociedad adaptada a lo establecido. Que soy alguien sin escrúpulos según define el sector más radical de ese Estado que cataloga la diversidad como mero vicio histórico. Ahora, con las manos al aire y mi bolígrafo con el viento soplando a su favor, déjeme recordarle el significado de lo que es la verdadera libertad, tolerancia y justicia. El 26 de junio de 2015, la aprobación del matrimonio igualitario en EE.UU causó sorpresa a nivel mundial. Nunca antes la bandera del arco iris había ondeado tan alto. El viento también comenzó a soplar a favor del colectivo LGTB en nuestra nación. El presidente Obama aplaudió con fuerza el triunfo del amor y, ese mismo día, se pronunció al respecto en un intento por normalizar la situaciones de millones de parejas alrededor del mundo. Su mirada también estaba puesta en nuestro amado Perú:

“Hoy es un gran paso en nuestra marcha hacia la igualdad. Las parejas gay y lesbianas tienen ahora el Derecho al matrimonio, al igual que cualquier otra persona.”

Usted podría pensar que difundiendo esta noticia me pongo un disfraz de príncipe azul tras el que se escondo la piel del diablo. Que soy alguien cuya alma arderá en el fuego eterno del averno sin que una gota de lluvia apague mis insultantes obsesiones. Más seré las manos del aire y mi bolígrafo se transformará en la brisa que le invite a bailar en su corazón. Perú está cambiando y se perfila muy lejana ya a los tiempos de la Corona Española. La gente se ha acostumbrado a atravesar espacios impresionantes en tiempos cortos. La comprensión y la solidaridad con el prójimo está ganando el pulso a la rabia, el rencor y la paranoia de aquellos que estaban convencidos de su capacidad para influenciar a sus semejantes, como otrora lo hiciese Pizarro conquistando tesoros con apenas 300 soldados.

La iglesia católica comienza a dar su brazo a torcer, tras los escándalos de pederastia, al permitir que se hable de la homosexualidad sin considerarla un tema tabú o de controversia. La razón de la sinrazón ha dejado paso a un punto de inflexión que debe alejar de la faz de La Tierra la discriminación que sufre el maravilloso pueblo por algo tan íntimo y respetable como la orientación sexual.

Usted podría describir mi intención de que se reconozca la unión civil o el matrimonio gay, por las autoridades peruanas, como un pecado mortal. Que soy alguien sucio, amante de la blasfemia porque, en apariencia, estoy a favor de las enfermedades de transmisión sexual y lucho contra natura. Permítame, sin embargo, alzar estas respetuosas palabras al aire con mis manos, con mi voz. Y a través de mi bolígrafo insistir que no existe párrafo en la Biblia que mencione penes o vaginas. La palabra de Jesucristo a sus discípulos fue breve y directa:

“Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34)

En el Perú hay muchos ejemplos de grupos, colectivos y asociaciones formadas para darle a la lucha por los derechos elementales de un colectivo golpeado, hasta la saciedad, por defender algo tan hermoso y sincero como es la pasión, la entrega; la búsqueda de un futuro mejor sin importar la raza, el color de pelo o el estatus social. El amor verdadero, señores y señoras, no entiende de enfermedades venéreas creadas en laboratorios ni de manipulaciones bíblicas a manos de políticos corruptos. No puede relacionarse con esos homófobos asesinos que han destrozado las vidas de miles de familias.

Padres y madres que aún lloran a sus muertos desconsolados y clamando Justicia Divina. Lágrimas que se mezclan, a los pies de los Andes, con la sangre inocente derramada por unos cuantos enfermos que se prodigan por encima del bien y del mal hasta permitirse el lujo de enfrentarse a Dios y quitarle la vida a sus hijos. A esos seres humanos creados por Él a su imagen y semejanza.

Bendito aquel día, no muy lejano, en que los besos y las caricias conquisten las calles y parques de Lima, Arequipa, Trujillo, Chiclayo, Iquitos, Piura, Cusco y toda la nación peruana con alegría y sin importar sin son besos compartidos entre homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales o heterosexuales. Al fin y al cabo, aunque usted siga pensando que soy uno de esos charlatanes dedicados a plasmar unas ideas retrógradas e inadecuadas para el lector, lo cierto es que ambos, y de eso estoy seguro, sabemos que los besos, si nacen del corazón, besos son. A partir de este Mundo indómito que tengo el gusto de presentarles, mis queridos lectores, les invito a compartir sentimientos, pensamientos, pasiones y luchas cercanas a través de obras LGTBI que conoceremos juntos en un camino inmenso hacia la libertad. Príncipe yo, príncipe tú. Princesa tú, princesa yo... Recuerden... Tod@s somos iguales y la palabra será nuestro único arma en el campo de combate contra esa ignorancia que brilla en este convulso e injusto mundo que comienza a respirar esperanza en medio del caos.

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