DIARIO DE VIAJE POR NICOLÁS COLFER: DON JAIMOTE DE LA MANCHA

Foto de Rubén García Cabezas (Atzur)
Nicolás Colfer es un joven escritor argentino que se encuentra de viaje por el mundo viejo. Mientras escribe una autoficción titulada Un invierno en Europa, realiza en Madrid distintas actividades relacionadas con Libido, el taller de escritura que fundó en Buenos Aires. Recientemente, ha ganado el último slam de poesía de Lavapiés, donde recitó dos poemas de temática queer. Sus andanzas pueden seguirse en www.galaxia-colfer.com.ar

DON JAIMOTE DE LA MANCHA

Madrid fue primero un reguero de luces que surcaba el paisaje nocturno. Me acercaba a él en micro; llegaba exhausto de Barcelona. Luego fue la máquina que expende viajes en metro, el metro mismo y los trenes que hoy pueden verse también en la Línea B de Buenos Aires. En Madrid también hay una estación Callao. Me bajé ahí por pura costumbre.

Tenía que hacer tiempo hasta encontrarme con mi host. En Barcelona había usado Couchsurfing para ir de un hogar a otro, pero llegaba a Madrid sin muchas ofertas de alojamiento. Salvo una, que insólitamente había llegado por Instagram. Una loca llamada Jaime me escribió: “Oye, si un día vienes a Madrid, mi casa es tu casa”. Sí, iba a ir a Madrid un día: el día siguiente. Antes de responderle, sopesé todos los escenarios posibles. Si alguien le ofrece una cama a un desconocido es porque mínimamente espera acostarse con él. Mínimamente, digo, porque también puede querer maniatarlo, picanearlo, desollarlo vivo y todo lo que la película Hostel nos enseñó que puede ocurrirle a un viajero incauto. Pero yo no tenía adónde ir y la sonrisa de Jaime, pantalla mediante, parecía franca. Acepté.

Me encontré con él a las cinco del primer lunes en Príncipe Pío. Era una suerte de gato de Cheshire enfundado en jeans Tascani: sonreía, sonreía mucho, hasta sonreía hablando. Me abrazó como no me abrazan mis amigos de Buenos Aires. Luego descubrí que un abrazo, para que surta efecto, debe durar por lo menos seis segundos. Jaime practica la abrazoterapia con todo el mundo. Y en el séptimo segundo de ese primer abrazo, me sentí en paz. Pasada la oscuridad de Barcelona (de la que hablaré más extensamente en Un invierno en Europa), Madrid colocaba sobre mí una luz prodigiosa. La de Jaime.

Ya en su coche, me pidió que le cebara un mate como si estuviera familiarizado con la yerba. El viaje ameritaba las cebadas. Jaime vive en Navalcarnero, un pueblo ubicado a treinta kilómetros de Madrid. O sea que estábamos obligados a conversar durante media hora, más o menos. En general, creo yo, lo que ocurre en los primeros minutos de la historia de dos personas determina el futuro de su relación. Lo que más nos aterra de esos prólogos son los silencios, que siempre son potencialmente irremontables. Pero en ese coche no había lugar para ellos. Imagínense: Jaime había estado casado con un argentino, era fan de Shakira y de Fangoria, y había nacido en Toledo, un destino que llevaba años convocándome. Cuando se enteró, Jaime quiso saber en cuánto tiempo podría estar yo listo, parada en su casa mediante, para salir rumbo a su ciudad natal. Estaba cansado, créanme, pero ya entonces comprendí que no había modo de rebatir la energía de Jaime. Estuve listo en diez minutos.

Esa noche emprendí lo que los manchegos llaman “Ruta de Don Quijote”. Yo prefiero llamarla “Ruta de Don Jaimote”. Me ha llevado a través de España a lugares con los que apenas había soñado: Salamanca, Segovia, Andalucía y Extremadura, y andá a saber adónde más me llevará antes de que el viaje termine. Porque aún regreso a lo de Jaime cada vez que concluyo una aventura fuera de España. Regreso a casa.

Invariablemente, cuando Jaime se va de un lugar, dice “Hasta luego” con un acento muy suyo, que a mí me encanta imitar. Se despidió así la primera vez que nos separamos, como sabiendo, aún sin saberlo, que nos volveríamos a encontrar. Seguramente, me despediré así de él cuando me toque volver a Buenos Aires. Porque ninguna despedida es definitiva para los amigos que se reúnen a través del tiempo.  



Comentarios