LETRAS INDÓMITAS con Lluís María Todó




Por Antonio Capurro

Conversamos en extenso con Lluís María Todó, autor de novelas como El mal francés o la más reciente El último mono, en donde el tema gay está presente. Por si no lo conoces todavía, Lluís María es un autor español que no debería pasar desapercibido en tu biblioteca. Aquí te lo presentamos en toda su madurez analítica y reflexiva, pero dejemos que él hable...

¿Podríamos decir que existe una literatura gay o LGTB mainstream?

Tengo la impresión de que, por lo menos en España, la literatura concebida específicamente para el público LGTB tuvo su momento de gloria, ligado a la lucha por la liberación gay, y lo que ha quedado ahora es por una parte una narrativa más o menos erótica para chicos y por otra parte la ficción lésbica, que sigue aguantando. O eso es lo que me cuentan los profesionales del ramo, editores y libreros. Sigue habiendo editoriales especializadas en ficción gay, incluso hace poco nació un nuevo sello en Madrid, “Dos bigotes”, ¡bienvenido sea!, pero me dicen que últimamente se escribe y se consume más la narrativa lésbica, y que la ficción específicamente gay tiende a hacerse más erótica, a veces con el apoyo de la imagen. Por otra parte, no hay que olvidar que, en España, algunos de los autores de ficción gay más destacados siempre publicaron en editoriales generalistas: Terenci Moix, Eduardo Mendicutti, Álvaro Pombo, Vicente Molina-Foix, Luis Antonio de Villena, Rafael Chirbes, Luisgé Martín, por limitarnos a los más conocidos. ¿Pertenecen sus libros a la literatura gay o no? En mi opinión, depende del punto de vista, en un sentido lo son y en otros no lo son. Supongo que lo que ocurre es que la literatura gay es muchas cosas: la que pone en escena personajes gays, la que publican las editoriales específicamente gays, la que puede leerse en clave gay sin que lo sea explícitamente, la que leen de preferencia los lectores y las lectoras gays. Al haber tantos criterios de definición, resulta muy difícil decidir tajantemente si existe o no, y en qué condiciones. Y si crees que mi experiencia personal puede aportar algo, te diré que en 2005 colaboré en la creación del Premio Terenci Moix de literatura gay y lésbica, cuyo jurado presidí mientras duró. Al principio funcionó muy bien, teníamos muchos originales y la mayoría eran buenos o muy buenos, luego la calidad y la cantidad de los originales fue decreciendo. Dentro de esta tendencia, disminuían sobre todo los originales escritos y protagonizados por hombres y se mantenían o aumentaban los originales escritos y protagonizados por mujeres. Hace un par de años decidimos dejar de convocar el premio, teníamos la impresión de que había dejado de interesar a los autores, a los lectores y por tanto a los editores. 

En Página 2 de RTV afirmabas que los temas del amor entre padres e hijos así como el amor después del amor ha sido dos de los temas literarios menos explorados o tocados, ¿piensas lo mismo del amor entre dos hombres o dos mujeres o los amores transexuales o transgénero, o es que por el contrario ya están completamente fuera del closet en este milenio?

Hay una abundantísima bibliografía, poesía y narrativa, sobre el amor entre hombres y entre mujeres, desde los griegos antiguos hasta ahora mismo –eso sí, con un larguísimo paréntesis de silencio, armario, o closet, que instauró y cerró el cristianismo, y duró mientras ese pensamiento fue dominante y la transgresión rigurosamente castigada. A partir de Oscar Wilde y André Gide, hablando a grosso modo, esos “amores singulares” volvieron a la representación literaria, y esperemos que esta vez sea ya para quedarse.
En cuanto a los amores transexuales y transgénero, solo ahora se empieza a hablar de ese tema, y ellos y ellas hace poco que han tomado la palabra, a menos que queramos incluir en esta categoría los transformismos fascinantes de algunas comedias clásicas, especialmente las de Shakespeare. La ficción artística (novelas, pero también películas y piezas teatrales) engloba muchas cosas a la vez: experimentos sobre los lenguajes artísticos, diálogo con las tradiciones, pero también tiene una dimensión digamos antropológica muy importante y muy interesante: esas ficciones nos ayudan a saber qué ocurre en el mundo, cómo ocurre y cómo lo viven sus protagonistas. En este aspecto, creo que lo que cabe esperar ahora es la aparición de una narrativa que nos hable de las personas transgénero y transexuales, que hasta el momento han permanecido en silencio y que cuando se pongan a explicarse, sin duda van a enriquecer nuestro mundo con vivencias muy interesantes.

Además de los valores estéticos que puede tener una novela admiras también su valor antropológico como una forma de entender la experiencia humana, ¿cuáles aspectos de esa experiencia son los que marcan el sello de tus novelas? ¿qué revelaciones nuevas de ti mismo has encontrado en ese camino literario?

Recordando y a veces releyendo mis novelas, me he dado cuenta de que hay en ellas temas recurrentes, y deduzco que por algo será. Para empezar, muchas de mis novelas tienen como protagonistas a adolescentes o jóvenes (la última, El último mono, es la primera que tiene un protagonista maduro), y esos jóvenes o adolescentes, a lo largo del relato, aprenden algo, pasan a saber algo que antes ignoraban sobre sí mismos y sobre el mundo. Tengo que reconocer que el esquema no es muy original, pero en fin, el repertorio de temas de la narrativa universal es limitado, solo cambia la manera de tratarlos.  Si pasamos de la ficción a la reflexión autobiográfica, acabo reconociendo que sigo encallado en una pregunta insidiosa y sin respuesta: ¿cómo es posible que me diera cuenta tan tarde la auténtica naturaleza de mi deseo? ¿Cómo es posible que durante tanto tiempo tuviera tanto miedo a la verdad, a mi verdad? ¿Cómo pude engañar tanto a tantas personas, empezando por mí mismo? A veces se me ocurre que una de las respuestas posibles sería que tuve una infancia feliz, que fui un hijo querido en una familia razonablemente próspera en una época en que España todavía vivía en plena miseria de la post-guerra, que tuve una educación eficiente, suficiente, sin sombra de malos tratos de ningún tipo, y eso me hizo agradecido y deseoso de aceptación. Pero tampoco hay que exagerar ¿eso justifica esa gratitud interminable, esa conformidad masoquista, ese mimetismo que me llevó al extremo sacrificar lo más propio de mí para complacer a los demás? ¿Quise agradecer al mundo lo bien que me trató fingiendo que era como el mundo quería que fuese? A veces pienso que mis novelas, o algunas de ellas, se esfuerzan por aportar un poco de luz a esa incógnita sin solución que habita en mí. En todo caso, la conciencia y sus avatares, y el gregarismo como elemento fundamental en la construcción del individuo y la sociedad son temas que me interesan mucho como persona y que aparecen a menudo en mis relatos. 

No tiene porque serlo pero ¿te ha ayudado la creación literaria ha entenderte a ti mismo en tu orientación sexual quizá como una forma pedagógica de aprendizaje sentimental y afectivo?

En este terreno, creo que he aprendido más de otras personas y de los libros de otros, que de mis propios libros. Pero por otra parte sí, narrar lo que no entiendes de ti mismo (por ejemplo esa resistencia a saber sobre mi identidad que evocaba más arriba, o ese persistente carácter acomodaticio, que no cesa de incomodarme) ayuda sin duda, no sé si a entender, pero sí por lo menos a soportarte un poco mejor, a hacer menos agudos los pinchazos de la conciencia. Lo que pasa es que cuando te pones a narrar, aunque sea la propia vida, en el momento en que la pones en palabras todo cambia: nombras los sentimientos y los calificas con adjetivos, seleccionas los acontecimientos y los organizas en escenas, controlas y dosificas los efectos dramáticos y las velocidades narrativas. Y entonces esa vida deja de ser tu vida, puedes verla como globalidad y eso significa que se ha ido a otra parte, ya es otra vida, y si te pones a reflexionar, decides que no sabes si has aprendido alguna verdad sobre ti mismo o simplemente has aprendido a narrar, que siempre es mentir. 

Entiendo que en el año 1969 asumes tu orientación sexual, cuando todavía España vivía el gobierno dictatorial de Franco ¿cómo es que vives este proceso a la par con los cambios sociales de tu país? 

En el año 1969, por extraño que parezca, la dictadura de Franco seguía tan entera, tan feroz, tan cruel y tan segura de sí misma como siempre (con la complicidad de gran parte de la población española, ¡no lo olvidemos nunca!). En el resto del mundo occidental se vivían las revueltas estudiantiles, los hippies venían a Barcelona para embarcar rumbo a Ibiza o a Formentera, y mientras tanto Franco seguía ejecutando a sus opositores, su policía seguía torturando en las comisarías y apaleando en las calles. Los partidos políticos estaban prohibidos y la Iglesia Católica dictaba su ley moral. Como en 1939, o casi.
En cuanto a mi orientación sexual, tal como cuento en El mal francés, la asumí lejos de casa, en Francia, leyendo libros y periódicos franceses, alejado tanto del puritanismo franquista como de su imagen especular y simétrica, el puritanismo comunista de la oposición clandestina, ese puritanismo que negó a Jaime Gil de Biedma el ingreso en el Partido Comunista catalán por ser homosexual. Como justificación a ese veto escandaloso, en sus delirios sadomasoquistas e idiotas, los capitostes comunistas se imaginaban, y así lo decían sin rubor, que un homosexual tenía menos resistencia a las torturas policiales. A saber qué fantasías eróticas se encenderían en sus mentes reprimidas cuando discurrían de tal guisa. 

¿Una vez asumida tu orientación sexual pensaste en que algún día te gustaría formar una familia, tener hijos y nietos? 

Cuando asumí mi orientación sexual ya tenía una hija de camino, o sea que en este aspecto mi situación y mis problemas fueron muy distintos de los de la mayoría de gays. A los diecinueve años, y  consciente ya de ser gay, tuve a mi hija, al cabo de dos años tuve a mi hijo. Pasaron muchos años y muchas cosas, y actualmente tengo cinco nietos, todos ellos saben que su abuelo es gay y adoran a su abuelo consorte, o sea a mi marido, que les devuelve ese amor con creces. 

Cuándo mencionas que tuviste una época de escritor gay militante, ¿fue para afirmarte como tal frente a la sociedad? ¿Ya no se necesita más eso? Ahora por el contrario con tu más reciente, si bien está presente el tema gay, es más lúdico, irónico o entretenido, ¿cuál es la gran diferencia comparado con tus primeras novelas?

Para empezar, yo no me hice escritor gay, digamos que “me hicieron” escritor gay. Mi segunda novela, El juego del mentiroso, narra las andanzas de tres jóvenes homosexuales en la Barcelona de 1977, poco después de la muerte del Dictador, una ciudad abierta, ilusionada, libertaria y libertina. España había recuperado la democracia y en Barcelona proliferaban los locales de ambiente gay, había incluso más que ahora. El libro, tanto en su versión catalana como castellana, fue publicado por editoriales generalistas, no gays, y yo, en aquel momento, no veía muy claro qué era eso de “ser un escritor gay”, ni si quería entrar en semejante colectivo. En un programa televisivo llegué a declarar esa gran tontería de que “no existe literatura gay, sino buenas o malas novelas”, o alguna simpleza por el estilo.

Luego se me curaron esos melindres, y pasados los años publiqué en catalán una Carta a un adolescent gai, colaboré regularmente con una revista gay llamada “Mensual” publicando artículos de opinión y relatos breves, algunos de los cuales fueron recogidos posteriormente en el volumen Doce fábulas. Isaac y las dudas es una novela juvenil sobre la homosexualidad, que en principio iba destinada a los estudiantes de bachillerato, para ayudar a los chicos y chicas homosexuales a vivir su sexualidad con naturalidad y optimismo. También he publicado relatos en varias colecciones de narrativa gay de editoriales madrileñas, y si ahora estoy respondiendo a estas preguntas para “La Revista Diversa” es porque alguien me ha considerado un escritor gay. Pues muy bien, soy un escritor gay, ningún problema.

Pero quiero aclarar que en mi obra de ficción, novelas o relatos cortos, siempre he evitado el dramatismo y la truculencia en el tratamiento de la homosexualidad. Por una parte es una cuestión estética, me disgustan los personajes amargados por la culpa y abocados a la infelicidad, cuando no al suicidio por el hecho de pertenecer a una minoría, y por otra parte la verdad es que cuando empecé a escribir, la homosexualidad, al menos en Barcelona y otras capitales españolas, ya se había hecho bastante visible y los gays vivíamos tranquilos, algunos incluso pasablemente felices con nuestra sexualidad. 
Sin embargo quedaban cuestiones pendientes: por ejemplo, en 1996 se produjo una especie de oleada de homofobia institucional en una de las poblaciones teóricamente más gayfriendly del mundo, Sitges, cerca de Barcelona, uno de los principales destinos del turismo gay internacional. En respuesta a aquel abuso, publiqué en “El País”, el periódico más leído de España, un artículo extenso y muy duro contra las autoridades municipales, que un día tuvieron la ocurrencia de mandar a la policía a pedir la documentación a los gays que practicaban el cruising por la noche en la escollera de Sitges, famosa por su riquísima actividad sexual. Además, he intervenido en programas de radio y televisión a favor del matrimonio gay y otros derechos, leí el manifiesto del Gay Pride de no recuerdo qué año… En resumen, como ciudadano y gay puedo ser muy radical y muy exigente con nuestros derechos, pero como escritor, prefiero la ironía, el tono positivo, optimista, antes que la denuncia y el desgarro melodramático. 


¿Cómo ves el panorama de la literatura española actual, sientes que los jóvenes han asumido un papel más destacado y una forma de expresar lo que ha estado ocurriendo en España a través de las novelas o la poesía?

Siento no poder responder extensamente a esta pregunta: por razones de trabajo pero también, en parte, por gusto, no sigo muy de cerca la actualidad literaria española. Leo mucho, claro, pero sobre todo clásicos y autores franceses, a unos para hablar de ellos en clase, a otros porque los tengo que traducir. Si tuviera que decir nombres de escritores españoles actuales, te citaría a dos amigos míos que además son excelentes escritores: Eduardo Mendicutti y Vicente Molina-Foix. A ellos los sigo tanto por amistad como porque sus libros suelen gustarme muchísimo. 

¿Sientes que el reconocimiento llegó un poco tarde pero llegó con el premio Pla de 2006? Tu obra se conoce pero sin embargo dices que nunca serás un autor de éxito o famoso, ¿es un tema para ti?

Lo del reconocimiento, tardío, temprano o lo que sea, es algo que al interesado le cuesta mucho distinguir (a menos que te den el Nobel, claro). Yo no tengo la sensación de ser un escritor conocido, ni reconocido, ni creo que el premio Pla me haya dado ninguna notoriedad. Ni vendo muchos libros ni aparezco mucho en los medios de comunicación, ni la gente me reconoce y me pide autógrafos por la calle, o sea que no, no soy un escritor conocido. Cuando yo era pequeñito, hasta los doce años, quería dos cosas: escribir y ser escritor, dos cosas que mi mente infantil confundía ingenuamente. Pasaron los años y comprendí que lo importante es escribir, que lo de “ser escritor” no es seguro que sea algo deseable, y que por otra parte nunca tienes la seguridad de haber llegado a entender en qué consiste, ni si lo eres o no. En resumen, que más vale concentrarte en tu trabajo y hacerlo lo mejor posible. En cuanto a aquel niño que a los doce años quería ser escritor, puedo explicarle que he acabado publicando unas cuantas novelas, que algunos libros y enciclopedias dicen que soy escritor, y por lo tanto puede quedarse contento, satisfecho y calladito.

Profesor universitario, crítico literario, traductor y escritor, ¿cuál faceta es la que te apasiona más? Si tuvieras que elegir una ¿con cuál te quedarías?

En mi imaginario individual, yo soy un escritor que se gana la vida dando clases en la universidad, traduciendo libros que otros han escrito y publicando de vez en cuando algún artículo en la prensa. Para la administración española, yo soy un profesor universitario de plantilla que además traduce y escribe. Para algunos editores, yo soy un traductor más o menos eficiente, que también da clases y de vez en cuando publica algún libro propio. O sea que uno no es uno, uno es varios, siempre, y yo, profesionalmente, soy tres.
Pero si me preguntas por mis prioridades, te puedo decir que me gusta muchísimo dar clases, entre otras razones porque siempre he enseñado literatura francesa, mi gran pasión, y en la universidad, es decir, a alumnos adultos y en principio interesados por la materia. También me gusta muchísimo traducir, y como no he tenido que ganarme la vida con la traducción, casi siempre he podido elegir los libros que quería traducir. Sobre los gozos y disgustos del traductor habla un poco el narrador de El último mono, que es traductor como yo. Pero, íntimamente, yo siempre he considerado estas dos actividades, la docencia y la traducción, como medios que me permitían alcanzar un fin, que era ganar dinero y por tanto tiempo libre para escribir mis propios libros. Algunas veces, en esas noches de insomnio en que la cabeza te empieza a dar vueltas y viajes y te da por repasar tu vida, he llegado a pensar qué habría pasado, qué habría hecho, cómo sería ahora mismo, si a los veinticinco años, en vez de decidir ingresar en la universidad, hubiese optado por dedicarme únicamente a la literatura, como hicieron algunos compañeros y amigos míos. ¿Habría publicado más libros? ¿Habrían sido mejores? ¿Habrían tenido más éxito? ¿He sido prudente o cobarde al intentar combinar esas tres actividades? El balance definitivo ¿es positivo o negativo? Y entonces me vence el sueño y me quedo dormido y sin respuesta, por supuesto.

¿Qué te gusta más, escribir en catalán o en castellano? 

Me gusta mucho escribir en castellano y me gusta mucho escribir en catalán, y no considero que ninguna de estas dos lenguas sea “mi lengua materna”, porque en mi familia se hablaban, se hablan, las dos indistintamente, como en la mayoría de familias barcelonesas. Dicho esto, escribir y publicar en catalán o hacerlo en castellano son dos actividades en algunos aspectos semejantes y en otros aspectos bastante distintas. Si escribo en catalán me sitúo inevitablemente, tanto si me gusta como si no, dentro de la tradición catalana. Si escribo en castellano, me sitúo con la misma fatalidad en la tradición castellana. El catalán cuenta con pocos escritores, con lo cual es más fácil destacar, pero también con pocos lectores, y eso es frustrante. El castellano cuenta con muchísimos lectores y muchísimos escritores –de España y de América- , y eso por una parte es muy estimulante pero también puede ser algo frustrante, porque la competencia es numerosa y de gran calidad. 

No sé muy bien por qué, desde que inicié mi carrera de escritor decidí ser escritor en mis dos lenguas, y así sigo. Mi última novela, El último mono, ha aparecido simultáneamente en catalán y en castellano, en la misma editorial. El resto de mis novelas, salvo una, las he traducido todas yo mismo al castellano después de que aparecieran primero en catalán. Traduzco del francés y el inglés al catalán y al castellano, según el encargo editorial, y hablo indistintamente estas dos lenguas, además del francés. Me gusta muchísimo ese cambio de lenguas, que te obliga a comparar, y por tanto a reflexionar sobre las lenguas, sobre la lengua, y eso es importantísimo para un escritor, creo. 

¿Qué batallas todavía hay por ganar en el tema de la diversidad sexual, luego del la aprobación del matrimonio igualitario en España y la igualdad LGTB?

Quedan varias batallas importantísimas, y la principal la de la despenalización absoluta de la homosexualidad en todo el mundo, absolutamente el mundo entero sin una sola excepción. Y después y más cerca de nosotros, la batalla por la aceptación social de la diferencia, también en todo el mundo, y eso es complicadísimo. En España, últimamente y por desgracia se está hablando muchísimo del acoso escolar, el bullying, que por incomprensible que sea, sigue siendo una realidad terrible y muy presente en nuestros centros escolares, particularmente horrible porque sus víctimas son niños o adolescentes, muchos de los cuales pertenecen al colectivo LGTB. Algunos de ellos y ellas no pueden soportar el acoso y acaban matándose. Es una cosa horrible, y nadie sabe muy bien qué hay que hacer para acabar con esa manifestación intolerable y atroz de la estupidez y la maldad humanas. 

¿Consideras que tu literatura y colocar la diversidad en las hojas de tus novelas es por así decir lo más activista que has hecho o ser militante y participar en alguna organización?

Nunca he pertenecido a ninguna organización, ni política ni gay, mi contribución a las causas que considero justas pasa en primer lugar a través de mis colaboraciones en la prensa y mis libros de ficción. Y luego hay otra cosa que me parece muy importante, que es la actitud que puedes mantener en la vida cotidiana. Te daré un par de ejemplos: hace unos días la chica de la carnicería me dijo que había visto en el metro a “mi hijo”, y yo le repliqué que no era mi hijo, que era mi marido. La chica reaccionó con elegancia y simpatía, me miró sonriendo y siguió cortando los filetes. Seguramente aprendió algo, a partir de ahora, cuando vea habitualmente juntos a dos hombres, o a un señor maduro y un chico joven, no va a deducir automáticamente que son amigos, o padre e hijo, ahora sabe que existen otras posibilidades. Hace unos meses, en un bar de mi barrio, el camarero me contó un chiste de maricones. Le repliqué que estaba hablando con uno y que acababa de perder un cliente. Añadí que quizás él fuera hetero, pero que iba pésimamente vestido, llevaba un corte de pelo patético y un reloj de una vulgaridad tremenda. Creo que no volverá a contar chistes de maricones, o al menos se lo pensará dos o tres veces antes de abrir la boca. En mis clases, cuando hablo de los sonetos de Shakespeare, de Auden, o de Verlaine, siempre explico con claridad y naturalidad que existe una magnífica tradición de literatura homosexual, y cuando me dirijo a un desconocido, siempre evito cuidadosamente dar por sentado que es heterosexual. Y creo que ahora toca pedir excusas por ponerme como ejemplo; de acuerdo, presento al lector mis excusas. Dicho esto, creo que es importante cambiar de actitud y de modales, y el día que la presunción de heterosexualidad obligatoria sea considerada una falta de educación y de respeto, una grosería que puede ofender a tu interlocutor o interlocutora, ese día habremos ganado mucho. 

¿Te sigues considerando una persona discreta o es que llevas una vida social más activa, cuándo no estás escribiendo, leyendo, traduciendo o enseñando qué te gusta hacer?

Mi vida social es ínfima, no salgo prácticamente nunca por la noche, y como en este sentido mi marido coincide conmigo, nuestras veladas son caseras, de sofá y película o libro. Esto es así ahora pero también lo era cuando era joven: por naturaleza soy muy poco noctámbulo y muy madrugador, la única música que me gusta, y con pasión, es la música clásica, y una discoteca, gay o no, puede representar para mí lo más parecido al infierno en esta tierra. Lo que me gusta muchísimo es andar por la ciudad, preferentemente por la tarde, me ayuda mucho a pensar en mis libros y mis cosas, y de vez en cuando hacer un viaje, o mejor aún, pasar temporadas en otro país, en otra ciudad. 

En gaybarcelona.net mencionabas que los primeros polvos gay fueron muy difíciles, algo ya impensable para una generación actual.

Sí, a partir de la aparición de la cultura gay propiamente dicha: bares y discotecas de ambiente, y más tarde páginas y aplicaciones de contactos, ligar se ha vuelto mucho más fácil, por no decir trivial. Si antes el peligro era la policía, ahora es la enfermedad. De todos modos, tengo observado que esa facilidad no le gusta a todo el mundo, y tengo amigos gays que solo van a ligar a discotecas hetero, porque según ellos procura unos placeres mucho más intensos: conquistar a un chico supuestamente hetero pero que “quiere probar cómo es hacérselo con un tío” es algo mucho muchísimo más emocionante que el ligue gay, que ha llegado a ser ya una pura rutina. Otros siguen fieles al ligue ocasional en los lavabos de los grandes almacenes o las estaciones y aeropuertos, y los hay que hacen kilómetros y kilómetros para meterse en los lavabos de las estaciones de servicio, las gasolineras, de las autopistas, donde según cuentan se celebran unas orgías inimaginables, formidables, y siempre con la participación estelar de ese icono gay imperecedero, el fornido camionero ansioso de sexo después de horas y horas al volante. 

¿Con cuál de los personajes de tus novelas te has sentido más profunda y realmente identificado?

Lo que ocurre es que con muchos personajes de novelas mías no es que me sienta identificado, es que son bastante idénticos a mí, o son yo mismo, y el caso máximo de eso que digo es El mal francés, un libro que está construido a partir de mis diarios antiguos. 
Si me lo permites, voy a volver la pregunta del revés, y te diré que los únicos personajes de mis novelas que no tienen absolutamente nada de mí (al menos que yo sepa) son los de Isaac y las dudas, una novela juvenil que me encargó una editora para que sirviera de lectura en los institutos de enseñanza media, los liceos, creo que se dice en América. Pero el libro no le gustó a la editora, consideró que mi visión de la homosexualidad era demasiada optimista y alejada de conflictos, y el libro nunca llegó a ser una lectura recomendada para los estudiantes. A pesar de todo, yo creo que es una novela simpática y divertida, y sus personajes, unos adolescentes un poco locos y muy listos, no tienen nada de mí, que fui un chico muy formalito y algo apocado. 

¿Cómo es el feedback con tus seguidores o fans, alguna vez sus ideas o comentarios te han servido para las novelas, usas mucho las redes sociales? 

Rotundamente no. Uso poco las redes sociales, solo tengo un perfil en FaceBook, y lo utilizo únicamente para difundir mis libros: reseñas, entrevistas,  presentaciones, etc. Creo que tengo pocos seguidores, y fans… no creo que tenga ninguno, y si tengo alguno yo no lo conozco.

Lo digital está más presente en el mercado literario ¿cómo ves su futuro?

Yo no soy profeta, y en cuestiones de tecnología es absurdo hacer predicciones, porque como dice la zarzuela “ las ciencias adelantan que es una barbaridad, es una bestialidad, es una brutalidad”. Lo que puedo decirte es que soy un usuario totalmente desacomplejado del libro digital. Gracias a ese aparatito, mi tablet, tengo prácticamente todos los clásicos en las lenguas que leo, y no he pagado por ellos absolutamente nada. Algunas veces, por impaciencia, también me bajo libros actuales. Eso como lector. Como autor, creo que lo digital es bastante catastrófico, todavía no se ha inventado una defensa eficaz contra la piratería, y de todos modos los ingresos que el e-book procura a los autores son minúsculos. 

¿Conoces de autores o novelas peruanas que hayan tocado el tema gay?

Lo siento mucho, pero solo conozco de nombre a Jaime Bayly, que hace unos años tuvo mucha presencia en los medios de comunicación con su novela No se lo digas a nadie, que no he leído pero tengo entendido que tiene una trama gay. Hablando más en general, cosa más interesante, no sé cómo, pero habría que conseguir que el intercambio cultural dentro del ámbito hispano fuera mucho más fluido. Es escandaloso que compartiendo una lengua –con todas sus variedades, eso no es ningún problema- los españoles, peruanos, mexicanos, chilenos, argentinos, etc. sigamos tan incomunicados, o mal comunicados, desde el punto de vista del mercado editorial. Voy a formularlo de una manera más egoísta: me encantaría que todos mis libros estuvieran en las principales librerías de Lima, Santiago, México DF, Buenos Aires, y que todos los libros interesantes que se publican allí estuvieran en las librerías de aquí. 

¿Cuáles son tus novelas favoritas, esas a las que siempre vuelves una y otra vez o están en tu cabecera?

La primera, sin la menor duda ni vacilación: En busca del tiempo perdido, À la Recherche du temps perdu de Marcel Proust. También, a poca distancia, Don Quijote y un poco más lejos La cartuja de Parma. Me gusta visitar periódicamente los Pensamientos de Pascal, los Ensayos de Montaigne, los Caracteres de La Bruyère; no son novelas pero son una excelente escuela de prosa y de inteligencia literaria y moral. 

Y bueno no todo tiene porque ser tan serio porque siempre hay un poco para lo banal así que te quiero preguntar ¿qué hombre español te parece el más sexy?

Lo vi hace una semana en el autobús y tuve tiempo de recrearme en su belleza pasmosa mientras él toqueteaba el teléfono móvil, ajeno a todo y a todos. Él no lo sabía, no lo sabrá nunca, y ello incrementa enormemente su atractivo, pero sin la menor duda era el hombre más bello de España –por lo menos. 

Comentarios



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