EN NUESTRO CONSULTORIO POR RUFINO ARCO TIRADO: PARA RICARDO



















Por Rufino Arco Tirado (Desde Madrid)
rufinoarco@gmail.com

Ricardo siente muchas reticencias a mostrar, lo que él denomina “su lado femenino”. 
Le da vergüenza mostrarse como realmente piensa y siente, porque le da miedo el rechazo que pueda recibir de parte de su entorno por no cumplir sus expectativas. 

Al hombre actual (y perdónenme siempre las generalizaciones, pero dan agilidad) le queda un bastión que conquistar, o expresado según la manera del hombre del siglo XXII, le queda un mundo con el que conciliarse, “el femenino”. Entrecomillado, por supuesto.

La mujer, principalmente la de los siglos que recién nos preceden, ha entendido que la manera que tenía de sobrevivir en un mundo tradicionalmente masculinizado, sobre todo en las esferas de poder, era llegar a ese panorama, y hacerlo suyo también. Compartirlo con el hombre, tal y como plantea el feminismo, que no arrebatárselo, como las personas que confunden feminismo con “hembrismo”, sostienen.  

Es interesante descubrir cómo, siendo conscientes de que partimos de una base de diferencias biológicas irrefutables, que proporciona capacidades físicas y fisonómicas diferenciadas, el sector femenino, ha sido capaz de conservar su expresión femenina y su rol de hembra al tiempo que escalaba hacia la cima de la equidad. El arquetipo es la madre emprendedora.

Sin embargo el hombre parece resistirse a hacer los deberes.

Hay algunos varones, incluso conocidos, como Justin Baldoni (cuya intervención en Ted Talk fue intachable), que ya han empezado a despuntar, pero la mayoría aún está en la puerta de la caverna, mirando alrededor y sintiendo como su reinado, antes perfectamente delimitado, está siendo invadido.

Ante este fenómeno lo instintivo es reaccionar con agresividad, pero el hombre del siglo XXI ya ha recibido muchos palos por haber tomado esta vía en tiempos pretéritos, porque los puños ya no son efectivos. Hace muchos años ya que la caverna se convirtió en un edificio de ladrillos, acero y cristal, y sobre todo, hace ya muchos años que tenemos la capacidad de dialogar y reflexionar sobre posibles futuros hipotéticos donde la razón nos coloca en un entorno de pacífica convivencia.

Los científicos y estudiosos que analizan la actividad neuronal descubrieron en su momento que existía un “cerebro de mujer” y un “cerebro de hombre”. Colocaron estas etiquetas porque aparecían con mayor frecuencia en hombres y en mujeres respectivamente. Estos conceptos comienzan a difuminarse y a entremezclarse desde el momento en que descubrimos que la construcción de los géneros es algo cultural. Que si bien la base biológica nos da una predisposición de comportamiento, son los valores culturales, entre otros factores del ambiente, los que acaban modulando la expresión genética, como bien explica la epigenética. 

Ahora se acepta que tanto machos como hembras pueden sentir y expresar cualquiera de los géneros, y que el cerebro de “mujer” y el de “hombre” conviven en la mente de todas las personas. 

Para entender el proceso debemos sacar a escena al gran enemigo histórico del hombre, el hombre.

Durante miles de años el hombre ha ejercido un gran poder de persuasión sobre sus congéneres, tratando con ello reclutar un ejército de machos, o al menos, era su intención inconsciente. El que se salía de ese patrón, golpe en la nuca. Los que sobrevivieron se convirtieron en aquellos antepasados nuestros que, de alguna manera resignados, formaron y viene formando parte del modelo “masculinizador” que se perpetúa.

El machismo está presente, de manera inconsciente, en todas las personas, hombres y mujeres, y aunque desde hace siglos ya se va abriendo la conciencia en muchas personas, siguen quedando reminiscencias.

Ese machismo sigue haciendo que muchos hombres tengan que demostrar su hombría. Que consideren de gran valor tener características como la “hipersexualización”, la competitividad, la invulnerabilidad, no dar muestras de debilidad, expresar sus sentimientos, etc. ¿os suena la historia?

En mayor o menor medida, muchos de esos patrones siguen incrustados en el interior de muchos hombres, que confunden aquello que deriva de las diferencias fisiológicas con aquello que procede del modelado cultural. Lo que, unido al peso que ejercen las expectativas de rol sobre la mayoría de nosotros, nos genera un importante conflicto interno y cierta aversión a movimientos sociales como el feminismo. 

El cerebro de “mujer” y los patrones tradicionalmente “femeninos” ya están dentro de los hombres, en unas personas en mayor medida, en otras en menos. Y esa energía lucha por salir. 

Al hombre del siglo XXII se le escaparía una carcajada al leer esto, porque para él no sería nada más que una leyenda medieval, mientras tanto, el hombre del siglo XXI ya empieza a hacerse consciente del descubrimiento y se plantea la reconciliación, que no la lucha, con su otra sección. Este hombre que comienza a tomar forma ya entiende que su parte “femenina” forma parte de él tanto como la “masculina”, en mayor o menor medida.

Se ha reconciliado con la parte “femenina” individual y social y ahora se siente cómodo quedándose en casa, cuidando del hogar, de familiares. Sabe que puede utilizar la vestimenta como medio de expresión de sus sensaciones, tal y como sucede con su lado artístico y con la expresión de sus sentimientos en otras esferas, siendo más cálido, empático y cariñoso tanto con hombres como con mujeres. Para este hombre el sexo no es el centro del universo, aunque si una parte importante y no siente la necesidad de hacer referencia a él continuamente, acepta de manera abierta el amor en todas sus formas y se divierte con las diversas experiencias que tanto el amor como el sexo plantea. Se abre al mundo de los sentidos y lo comparte con las personas de su entorno al tiempo que equilibra su parte “masculina” y es capaz de reconocer toda la gama de posibilidades de expresión de ambas partes tanto en hombres, en mujeres, como en personas que muestran géneros, expresiones de género, identidades sexuales y orientaciones sexuales, no normativas.

Ha llegado el momento de que los hombres nos entendamos a nosotros mismos y nos unamos para defender esta antiquísima, y a la vez novedosa, concepción del género masculino. 
  

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