EL CLOSET ABIERTO CON MARTÍN SCHEUCH de Las líneas torcidas: "la imagen que genera la misma Iglesia católica es la de ser una institución retrógrada que no quiere entrar en diálogo con la ciencia!

Por Antonio Capurro
La primera vez que supe de Martin Scheuch fue a través de su blog Las Líneas Torcidas, cuando empecé a indagar acerca del tema del Sodalicio a raíz de la novela Mateo Diez de Pedro Salinas, años antes de que el libro Mitad monjes, mitad soldados diera a conocer los casos de abusos físicos, psicológicos y sexuales dentro de la congregación sodálite. Por aquellos días un post muy interesante acerca de David Berger, teólogo católico, filósofo y actual redactor jefe de la revista gay Männer, capturó mi total atención. ¿Cuál fue el hecho? Quien había sido lector de la Congregación para la Doctrina de la Fe encargado con la misión de dirigir dos revistas teológicas dentro de la Iglesia Católica había tenido la valentía de enfrentar el terreno hostil de sus pares, atreviéndose a hacer visible su orientación sexual el 23 de abril de 2010 en el Frankfurter Rundschau, asumiendo las consecuencias de admitir abierta y públicamente ser gay. Scheuch tradujo del alemán al español el artículo original.
Martín Scheuch nació en Lima (Perú) en el año 1963, radica ahora en Alemania, a quien tuve el gusto de entrevistar vía Skype. Perteneció al Sodalicio de Vida Cristiana durante treinta años, pero hoy no sigue siendo sodálite. Él se define asimismo como un “miembro vivo de la Iglesia, a la cual entiendo como Pueblo de Dios movido por el Espíritu, abierto a la comunión y participación, antes que como estructura jerárquica, verticalista y autoritaria, lo cual tiene muy poco en común con el Jesús de los Evangelios. El Espíritu sopla cuando quiere, donde uno menos se imagina, y no hay autoridad que pueda encasillarlo y restringirlo a su voluntad y arbitrio”, palabras que resumen muy claramente su posición frente al Sodalicio de Vida Cristiana, pues como él mismo señala: “a través del [Sodalicio] descubrí la fe, pero no la libertad, la cual tuve que ganarme a pulso a través de un largo proceso de maduración. A diferencia de otros, mi fe sobrevivió a esa experiencia. Y se hizo tal vez más cotidiana… y más humana. El compromiso con el Sodalicio me llevó a vincularme con la Iglesia, y cuando descubrí su verdadero rostro —el de la Iglesia y el del Sodalicio—, el compromiso con la Iglesia me llevó a desvincularme del Sodalicio”.
Su testimonio también lo hemos visto en un reportaje de TV. De la relación entre el Sodalicio y la homosexualidad es que hablamos en la siguiente entrevista.
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¿Cómo surge este interés por escribir acerca del tema de la homosexualidad dentro de la iglesia Católica, a raíz de los casos del Sodalicio?
Yo me he ido enterando de los abusos sexuales en época muy tardía, porque no tuve conocimiento de eso en la época en que pertenecí al Sodalicio, y entre las víctimas se encuentran algunas personas que yo conocí personalmente y que no sabía en ese momento que eran gays. Incluso viví con uno de ellos en una comunidad. Y las recuerdo como personas muy correctas, sinceras y que trataron de vivir su vida cristiana de la mejor forma posible como laicos consagrados dentro de la moral sexual de la Iglesia Católica. En el Sodalicio siempre ha habido un discurso homofóbico —lo tenían Luis Fernando Figari y Germán Doig—, es decir, que la homosexualidad era una especie de síndrome psicológico y, por lo tanto, era algo que debía ser tratada de forma terapéutica y que podía ser curada. Esa continúa siendo la posición del portal católico ACI Prensa, dirigido por el sodálite Alejandro Bermúdez. Yo hablé personalmente con dos de las víctimas, que habían tratado de no manifestar su homosexualidad pero se habían dado de cabeza contra la pared porque era algo que no iban a poder cambiar, y que habían llegado a la conclusión de que la única forma de poder vivir en paz consigo mismos era aceptando su condición.
La posición oficial de la Iglesia Católica sigue condenando la homosexualidad —o por lo menos los actos homosexuales— como un pecado ¿cierto?
La Iglesia Católica ha suavizado su postura desde la época en que la homosexualidad era considerada una aberración, hasta el momento actual en que no la señala como algo intrínsecamente pecaminoso, por lo cual el hecho mismo de ser homosexual no debe llevar a una discriminación de la persona. Pero sigue insistiendo en que los actos homosexuales, como tú lo dices, sí son pecado; por lo tanto, se les exige a los gays vivir en celibato.
Casi como ser eunucos o no tener sexualidad, y eso es lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica.
A mí no me gusta lo que dice el Catecismo, porque infiere que las personas homosexuales tienen un problema, una tara, y no habla de tratar con igualdad a los homosexuales, aunque sí con respeto, compasión y delicadeza. Por otra parte, no tengo una explicación de dónde viene la homosexualidad, y comparto lo que dice la Iglesia Católica en que su origen continúa siendo desconocido. Sabemos que la psicología señala que es una orientación sexual que no debería impedir el normal desarrollo de la persona que es gay o lesbiana.
Y a esto se añade el tema reproductivo dentro de la sexualidad humana.
Es otro punto por el cual la Iglesia Católica condena la relación sexual de dos hombres o dos mujeres: porque no pueden alcanzar ese fin, a diferencia de un hombre y una mujer. Pero ese fin puede faltar si existiera una imposibilidad de concebir. La formulación católica actual dice que todo acto sexual debe estar abierto a la vida, lo cual también es un problema, porque el acto sexual no sólo cumple una función procreativa, sino también de unión amorosa, goce, satisfacción y, por supuesto, el intercambio de fluidos favorece el sistema inmunológico, lo cual está demostrado científicamente.
De otro lado, uno de los rasgos de la sexualidad humana ha sido a lo largo de la historia también la búsqueda de la belleza.
Dentro del mundo católico existen algunos ejemplos de relación entre homosexualidad y belleza. Al respecto te puedo mencionar tres casos. Por ejemplo, el director de cine Franco Zefirelli, quien dirigió Hermano Sol, Hermana Luna y Jesús de Nazareth es homosexual. Él lo ha reconocido públicamente, sin embargo lo ha tratado de forma discreta, sin demasiada publicidad, ni tampoco ha luchado por los derechos gay. Pero me pregunto si la belleza que encontramos en sus películas no se alimenta del hecho que sea gay. El otro ejemplo es el del escritor estadounidense Julien Green, que vivió en Francia y escribió en francés. En su obra está siempre presente el sentido de la culpa en relación al tema homosexual, pero desde una perspectiva más espiritual que corporal. Describe el enamoramiento platónico entre hombres. Y el tercer ejemplo es el escritor belga Maxence van der Meersch, quien escribió sobre el movimiento obrero católico francés en los años ‘30 en su novela El coraje de vivir, que era un libro de lectura obligada en el Sodalicio. Su última novela, que fue publicada póstumamente, es La máscara de carne, trata el tema de la homosexualidad. Describe allí la experiencia de un homosexual católico que tiene fe y trata de ser santo, pero se siente atraído por otros hombres como él. Al final se da cuenta que no puede cambiar su orientación, porque la homosexualidad no es algo que se pueda o deba combatir, es algo que forma parte de la persona, y aún así considera que personalmente todavía tiene madera para llegar a ser santo.
Al inicio de nuestra conversación mencionaste que las personas heterosexuales que rechazan o condenan la homosexualidad nunca se han preguntado acaso todo lo que vive una persona gay o lesbiana. Es la falta de empatía hacia el otro, lo mismo que observamos en la Iglesia Católica.
Esta visión proviene de actitudes fundamentalistas. Hasta hace poco la mayoría de cargos importantes estaban en su mayoría en manos de clérigos muy conservadores, pegados al pie de la letra, que piensan que los textos doctrinales son igual de válidos para todos los tiempos, sin abrir la posibilidad de una reflexión y una evolución doctrinal. Y la evolución pasa por que se vaya profundizando el mensaje que nos ha revelado Cristo. En el caso del Perú existen sectores muy radicales, un ejemplo muy claro es el cardenal Juan Luis Cipriani.

El tema es muy sensible. La Iglesia Católica considera que el matrimonio es tan sólo entre un hombre y una mujer. La propuesta de unión civil no implicaba una equivalencia con el matrimonio. Ahora, el miedo frente a la unión civil es que pueda llegar a ser la puerta hacia el matrimonio igualitario.
Y tú sabes que ahora lo que se pide es el matrimonio igualitario…
El problema con los fundamentalistas es que quieren que la ley civil se ajuste a la ley moral, donde rige todavía la Iglesia Católica, y eso es peligroso. La moral busca el bien de la persona, la sociedad y la ley buscan el bien común. Las parejas del mismo sexo tienen el derecho a la igualdad ante la ley. Con respecto a la adopción no tengo una opinión definida, no estoy ni a favor ni en contra. Pero se ha demostrado, por ejemplo, que muchas parejas homosexuales han adoptado hijos y éstos han salido heterosexuales. No han buscado imponer su sexualidad, porque el descubrimiento de la identidad sexual se da de forma natural e individual.
En el tema de los curas gay dentro de la Iglesia Católica, David Berger habla de un gran número, entre 20 a 25 por ciento.
Lo más alarmante es que la cantidad de sacerdotes que observan el celibato es mucho más reducido.
Lo cual significa que se ejerce la actividad sexual dentro de la Iglesia Católica. Me pregunto: ¿por qué muchos chicos gays quieren estar en ese ambiente católico sabiendo que existe esta condena moral y religiosa?
Quien siendo gay se mete, piensa y quiere seguir la vocación sacerdotal, por ejemplo, cree que va a poder dejar al margen su sexualidad y llevar una especie de vida asexual, quedando el tema solucionado de esta manera. Lo mira como un camino de redención. El problema es que la mayoría que hacen su promesa de celibato tienen el propósito de cumplirlo, pero luego descubren que no poseen la capacidad de hacerlo. Y entran en una espiral infernal, caen repetidas veces, pero piensan que mientras lo mantengan en secreto, todo irá bien. Creo que una gran mayoría de clérigos tiene un conflicto interior, en la medida que esté oculto. No todos los sacerdotes están llamados a vivir en celibato, esto debería ser opcional.
¿Entonces la Iglesia Católica sabe quienes son los sacerdotes gay?
Muchos obispos lo saben. En el Sodalicio de Vida Cristiana también pasaba lo mismo: algunos superiores lo sabían. Pero mientras ellos permanecieran dentro del clóset, no ocurría nada.
¿Luis Fernando Figari sabía quien era o no gay dentro del Sodalicio?
Parece que sí lo sabía. Y si sospechaban que alguien lo era, lo ponían a prueba como en los casos que has leído en el libro Mitad monjes, mitad Soldados, a fin de averiguarlo.
¿Tú nunca hubieras imaginado que Luis Fernando Figari fuera gay?
No. Y sin embargo hubo por ahí algún padre de familia que sí sospechó que Luis Fernando fuera homosexual. Recuerdo un comentario de mi madre que me dijo que tuviera cuidado, que se puede tratar de una secta donde hay maricones (ese era el lenguaje que se usaba por aquellos días). Yo compartía los mismos referentes.
Y felizmente que esto no te marcó de forma tal que luego con el tiempo no hayas desarrollado una empatía hacia el tema. Tú sabes que las personas que no se comunican se enferman, porque no pueden expresar lo que piensan, y eso ha sido una constante en muchas personas gay.
De hecho que sí. La iglesia le coloca el rótulo de origen desconocido, que deben ser tratados con respeto, delicadeza, deben ser integrados a la vida de la parroquia, pero condena el acto homosexual. Ahora bien, el acto homosexual es en sí mismo de carácter privado, y debería ser tratado en el confesionario.
Es como decirle a alguien: sé media persona, no completa. Y está ese morbo o fijación de la Iglesia Católica con el sexo y la forma en que juzga la práctica carnal de dos hombres.
No sé por qué razones la iglesia tiene que estar indagando si alguien realiza el acto homosexual, porque eso debe tratarse en el confesionario y el sacerdote está allí para ver cómo ayuda a la persona. Por ejemplo, también se condena la práctica de la masturbación, un acto privado, porque no está abierta a la vida. Pero se tiene más tolerancia hacia este acto y no se discrimina a los masturbadores, indicando que deben recibir un trato especial con respeto, compasión y delicadeza. Yo no entiendo la marginación de los gays. No conozco ningún homosexual que haya tratado de convertir a un heterosexual en homosexual, pero si a heterosexuales que han tratado de convertir a los gays en lo que ellos llaman personas “normales”.
¿Qué crees que debe cambiar en la Iglesia católica respecto a la homosexualidad?
Creo, en primer lugar, que la moral del acto sexual no debe estar reducida al matrimonio, pues sabemos que los jóvenes practican el sexo y también algunos experimentan en la homosexualidad. Tú sabes que Klaus Mertes, jesuita alemán que en 2010 puso en el candelero el tema de los abusos sexuales en instituciones educativas católicas por primera vez en Alemania, al final llegó a la conclusión de que dos sacerdotes del Colegio Canisio de Berlín, un colegio jesuita de élite, habían abusado de por lo menos cien alumnos. Él les escribió una carta a todos alumnos de esa promoción para pedirles perdón por lo que pudiera haber pasado pasado. Eso fue el destape. Mertes considera, entre las causas contextuales para que haya abusos de este tipo, la estructura de poder de la Iglesia Católica y la moral sexual, que requiere ser revisada. Mertes, en uno de sus libros, cuenta como un sacerdote de su comunidad se acercó a él para decirle: “Mira yo soy homosexual y nunca he abusado de nadie”. Él lo apoyó porque hacía una buena labor pastoral, pero no otros sacerdotes de la comunidad. El problema está en que se pasa por alto todos los estudios y descubrimientos que ha hecho la psicología moderna. Entonces la imagen que genera la misma Iglesia católica es la de ser una institución retrógrada que no quiere entrar en diálogo con la ciencia. Pero hay sacerdotes que están buscando una apertura. Siempre hay algún clérigo que decide optar por la persona y no por una doctrina que perjudique a la persona.

No sé cómo lograr estos cambios, especialmente en sociedades donde una fuerte actitud homofóbica va unida a una interpretación fundamentalista y restrictiva de la fe cristiana. En todo caso, una buena señal sería que en las diferentes diócesis se implemente un trabajo pastoral con personas homosexuales, como recomendaba ya en 1986 una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y el primer paso sería que los mismos obispos convoquen a homosexuales católicos que quieran participar de la vida de la Iglesia a una reunión para escuchar sus inquietudes y mostrarles que la Iglesia está con ellos. O si no quieren hacer esto ellos directamente, pueden designar a algunos sacerdotes para que lo hagan en su nombre. Eso sería algo muy hermoso, pero lamentablemente creo que todavía estamos muy lejos de ello.
Martín: qué te vas a acordar de mí; te he enviado unos correos a raíz del escándalo, pero nunca tuve respuesta. Dices que la masturbación y las relaciones homosexuales deben ser tratadas en el confesionario, pero, yo, honestamente, discrepo abiertamente: decirle a un sacerdote que me masturbo o que tengo relaciones homosexuales -soy gay- sería admitir que he pecado, y para mí el sexo no tiene nada de pecado, cuando es consentido. Robar, corromper, mentir, violar, ésos son pecados, por ejemplo, pero el sexo no. Recuerda que la Iglesia, si se ciñera a muchas cosas que dice San Pablo, todavía estaría apoyando la esclavitud y que las mujeres se callen en la Iglesia: "mulier in Ecclesiam tacit". Me alegro que te hayan entrevistado en Chile: por parte de madre soy chileno. Saludos.
ResponderEliminarHola Javier le avisaremos a Martín que le escribiste.
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