EN PRIMERA BUTACA: Plegarias para Bobby
“Plegarias para Bobby” es una historia conmovedora, que tal
vez cause lágrimas en tus ojos por la carga dramática de un filme televisivo
que de lejos supera al promedio y está hecho con muy buena factura. Un
telefilme que intenta movernos por dentro en las fibras de nuestras emociones y
reflexiona mostrándonos esa realidad por la cual muchos jóvenes gay tienen que
pasar debido al fanatismo cristiano más conservador.
En la década de los años setenta Estados Unidos era otro,
todavía nadie imaginaba el Love Wins, ¿cómo podía un adolescente gay vivir una
vida plena y feliz sin tener que sentirse culpable y peor aún teniendo una
madre súper religiosa y homofóbica? ¿Se lo imaginan? Desde el inicio sabemos
que Bobby, el personaje principal, es diferente y que nada será fácil con una
madre pegada a lo que dice la Biblia, pero él tratará de ver la luz al final
del túnel, aunque esta parezca una tarea de titanes.
Del australiano Russel Mulcahy, quien es abiertamente gay,
conocemos películas de culto como “Los Inmortales 1 y 2”, La sombra o Resident
Evil, es un hábil cineasta considerado el director de videos más influyente de
los años ochenta con una propuesta visual distinta y una forma de contar
historias que se alejaba de lo cursi. Son ahora clásicos videos para Human
League, Kim Carnes, Spandau Ballet, Rod Stewart, Duran Duran, Billy Joel,
Fleetwood Mac, Berlin o Elton John. Mulcahy también ha dirigido capítulos de la
emblemática y revolucionaria “Queer as Folk”. Y actualmente lo hace en la serie
de MTV “TeenWolf”. Con todo ese curriculo a sus espaldas no nos sorprende que
haga de Pregarias para Bobby una película atractiva.
Basada en una novela biográfica de Leroy Aarons que narra
hechos reales ocurridos a mediados de la década del setenta el guión nos
presenta a Bobby Griffith, interpretado por Ryan Kelley, cuyo secreto (es gay)
es revelado a su familia por su hermano, en quien había confiado. A partir de
ese momento empezará un calvario, en el
que una soberbia Sigourney Weaver es la villana del filme. Por momentos creemos
que tal vez ella puede cambiar, pero no lo hace, es ella quien se encarga de
poner la cruz encima de Bobby, martirizándolo con sus oraciones, citas
biblícas, recordándole todo el tiempo y a toda hora que hay algo malo que no
está bien que tenga esos deseos que ser gay es una abominación ante los ojos de
Dios. Y ella cree que su Dios tiene el poder para que Bobby cambie algún día
como la luz del día cuando acaba la noche. La película enfrenta la verdad de la
religión con la verdad humana, ¿acaso el amor no vence al odio? Así lo revelan
las imágenes, los diálogos y los hechos. Nos lo revela en forma totalmente
abierta.
Si bien sus hermanos y su padre están de alguna forma
aceptando la orientación sexual de Bobby o al menos no hacerse tanto problema
con ello, Mary se mantiene inflexible. Mulcahy deja que se desarrolle la
historia y que sus personajes hablen con sus acciones. Mary quiere que su hijo
sea un hombre heterosexual, pero ella ni siquiera por asomo imagina que pueda
estar equivocada. A Bobby no le queda otra que salir de su pueblo natal por la
ciudad y lo hace. Por un momento piensa que puede ser feliz que puede
enamorarse quizá un día tener una familia quién sabe, pero no es tan fuerte
como para soportar la infidelidad de su chico. Y es ahí cuando empieza su
liberación porque ha tomado una decisión en la cual no hay marcha en reverso
una vez que lo haga. No lo redimirá ni el amor ni el perdón sino el suicidio,
producto de su angustia y depresión. La escena del puente por el cual se arroja
hacia los carros no es un canto de muerte sino de vida. El director nos lo
presenta como una alegoría frente al rechazo y la intolerancia ¿por qué matarse
puede ser una elección para un joven como Bobby? Algo hemos hecho mal para que
esto pase. Y ahí remueve conciencias que ojalá pueda contra falsos curas y
pastores o religiones que hablan en nombre de Dios.
Acaba un viaje y se inicia otro, porque la película funciona
como un camino que va del infierno a la gloria. Es hora que Mary aprenda, encuentre respuestas que deseche
verdades consumadas que tire los dogmas. Ahora ella es quien pasa de acusadora
a defensora pero a través de su propio autodescubrimiento. Ella encuentra el
perdón reconociendo sus errores y cuestionando una iglesia que la empujó a ser
cruel con su hijo. Bobby no volverá pero ella puede hacer más por otros Bobbys
que como él son humillados o condenados por ser quienes son. Vemos a Mary
formar la PFLAG (la Asociación de Padres de hijos e hijas LGTB) y convertirse
en orgullosa activista. En su mano ya no vemos una Biblia sino la bandera del
arcoiris y en su corazón la aceptación de amar a los demás sin juzgar abrazando
la diversidad.
Buena puesta en escena, logradas actuaciones, un guion
solvente que cuenta la historia en forma entretenida sin caer en el fácil
dramatismo de otros telefilmes, visualmente efectiva y otra vez más una brillante Sigourney Weaver cuya
actuación le valió una nominación a mejor actriz principal en los Globos de Oro
y los Screen Actors Guild.
Debes verla.
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