CUERPOS EN RESISTENCIA POR CANO DÍAZ: Noches paganas
Por Jose Luis Díaz (Desde Santiago de Chile)
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Valparaíso en ese momento cambió su nombre, y a inicios del 2000, para muchos simplemente se llamaba Paganoz adónde podíamos ir como se presentara el día o simplemente pensando que disfrutaríamos del lente de Andy Warhol.
La moda no solo hablaba de lo que estabas dispuesto a realizar, también era tu propio sello. Junto a Dick, psicólogos en formación en aquella época pocos nos importaba, sin embargo para Ylan,
Majo y Pollo, era un detalle que no podía pasar. Ellos dueños de la vanguardia nocturna se encargarían de hacer notar nuestra presencia, la salida era un detalle, importante que marcaría el final de las horas.
Todos terminábamos de la misma manera; ebrios o en el un after de la casa, donde iniciamos una segunda lucha por sobrevivir, pocos se atrevían a seguir en esa guerra, donde la única trinchera era nuestro propio cuerpo, una vez estuve a punto de acriminarme por unos labios irresistible, era imposible no morder aquella boca, tan imposible como contener mis impulsos del momento.
Cuando no terminábamos en esa segunda guerra de noche pagana, posiblemente habríamos los ojos en el refugio de algún amor del momentos, que nos diría adiós después de un buen desayuno, dejando caer la infaltable pregunta en nuestra cabeza; ¿Dónde estoy? ¿ Quién será él que se mueve por ahí?.
No me quejo de mi suerte, muchas veces los sapos resultaban ser príncipes, el problema era que no entendían que pensaba conquistar el mundo y no presumir un pequeño reinado en un puerto al fin del mundo.
Nos sentíamos tan patrimonio de la humanidad como el puerto que nos recibía cada semana para disfrutar de Pagano.
Por otra parte; en Zeus Viña del mar, al contorneo artístico de Iman Pakarati, musa travesti del lugar, se movían las higiénicas de siempre, esas endeudadas, que viven la vida en cuotas, luciendo el plástico lustrado y vidrio pulido que le podía brindar ZARA.
Las noche porteña nos daba nuestros propios asesores. Pollo encargado de maquillaje, Majo los accesorios e Ylan pensando que vestimenta romperíamos para ser más extravagantes y exóticos.
La competencia era compleja, los incipientes Otakus eran una tribu que nos podía opacar y no estábamos dispuesto a eso, más aún cuando estábamos con sus padres en nuestra manada. Mientras todo esto pasaba el escuálido chico refugiado en un rostro de tempera y un peluquín deslavado observaba con amargura tanta felicidad, parecía que dibujar una sonrisa en su rostro era más difícil de delinear los labios.
Dick, el apuesto y millonario de la banda, se encargaba del juicio de realidad del lugar y que esto tiene aroma a pueblo. Su masculinidad destacaba entre tanto roto vanguardista. El refugio Dick, ubicado en Alto Reñaca nos veía llegar como ejército libertario cada mañana para cobijarnos en su lujoso departamento.
Muchas veces al llegar gritamos el triunfo nocturno, ya que nuestra presencia expresaba una gran derrota, las tropas que brillaban en la noche anterior a la luz del día eran harapos sujetados por alfileres, el maquillaje corrido, parecía una granada explotada en el rostro.
Las risas de triunfo jamás de detuvieron y al día siguiente, después de brillar y jugar a las miradas, sumado a tanta escaleras, transformaba la bohemia en una epopeya de cuentos triunfantes. Las noches en pagano, eran más paganas que la misma palabra. Risas de burdel, ropa de fiesta simulando una Francia, un subir y bajar escaleras nos recordaba que toda ceremonia tenía terminó, el sol se vestía de enemigos, era tiempo de refugiarse hasta la noche siguiente donde estaríamos nuevamente, coqueteando por un descuento más una entrada rápido al lujurioso lugar que nos hacía brillar.
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