LA SEGUNDA LUNA POR ENRIQUE BRUCE: LA HISTORIA DE UNA FOTO
En la foto que comparto, vemos a un hombre mayor enfrascado en una lectura: Ese hombre mayor tiene nombre propio y reconocimiento: Se trata del escritor peruano Oswaldo Reynoso, muerto en el 2016 a los 85 años. El muchacho desnudo sentado en el brazo del sillón no tiene nombre. Es solo un muchacho de “piel caoba, de esos que pueblan sus historias”, tal como enuncia en un diario del país, Lorry Salcedo, el talentoso autor de la fotografía. La foto es de publicación póstuma, según las directivas del escritor (La voluntad del muchacho anónimo parece ser irrelevante).
La petición que le hace Reynoso a Salcedo manifiesta un closet no del todo descerrajado a pesar de que Reynoso era conocido en círculos más o menos íntimos por la predilección por muchachos de “piel caoba” de extracción social media baja o popular. Esos muchachos cobran subjetividad en una magnífica colección de cuentos Los inocentes (Lima, 1961) de su autoría, colección que acarrearía reflectores de la crítica y la lectoría en general y que serviría de inspiración rebelde a los jóvenes de ayer y hoy, sobre todo de los centros urbanos.
La foto, sin embargo, es de una elocuencia antitética a los propios escritos de Reynoso donde la gente joven cobra voz y agencia. El muchacho desnudo mira a la cámara, al costado del escritor de fama nacional que lo ignora (por el momento). El hombre mayor está abocado a la tarea alturada de la lectura y por lo mismo, no debe ser interrumpido: El muchacho está cerca y no lo distrae, pero está a mano. La representación del hombre mayor, de encumbramiento intelectual o artístico y el joven inexperto, muchas veces alejado de los quehaceres del pensamiento abstracto, es harto común en las leyendas que se han tejido en el mundo de las letras: Un ejemplo señero es el del español Juan Goytisolo y los jóvenes semi analfabetas del magrebí, con los cuales compartía cama y experiencias que ofrecía la disponibilidad del dinero y la fama (Y el uso del árabe, gracias al cual el barcelonés ganaría merecida reputación). En el mundo heterosexual, la combinación del hombre mayor de rigor intelectual y artístico y la muchacha ajena a la actividad letrada, puebla las leyendas de dichos hombres y enciende la acogida de sus innumerables amigos y admiradores.
Me centro en la foto y la mirada fija de ese chico sin nombre ni rasgo identitario alguno, no en la libido de un escritor. Todo hombre (y mujer) mayor puede inclinarse al deseo por personas mucho más jóvenes del sexo que fuera (aunque la representación del deseo de la mujer mayor por un/a joven, no suele tener la misma bienvenida); sin embargo, la puesta en escena de la foto y la acogida y circulación hablan de ciertas zonas umbrosas de la representación del deseo homosexual masculino: Se saluda la visibilización de ese deseo en la foto (aunque sea esta tardía, en tanto póstuma: otro Rock Hudson), pero no se cuestiona la fijación por el poder que ejerce el hombre mayor sobre el menor. La desnudez del muchacho lo acerca a una animalidad domesticada, al instinto antes que a la razón; la ciudad letrada (para usar un título famoso de Ángel Rama) en la cual un grupo humano cercano al poder excluye a los extramuros de dicha ciudad a otros, se sella con indelebilidad férrea en esta toma. No es el deseo de Reynoso el que importa, ni los afanes estéticos del fotógrafo, es el anhelo de representación y el lucimiento, para la posteridad, de ese ejercicio de poder. La foto posee casi la misma expresividad que si ese hombre mayor y el chico del brazo del sillón hubieran sido el tema de una escultura funeraria en la tumba del escritor. Es la compulsión por la réplica post mortem lo que perturba.
El afán de visibilidad homosexual es legítimo y a ello ha apuntado buena parte de la reivindicación del colectivo LGTBQ, pero no podemos perder de vista las variables de raza y clase que se interpolan subversivamente (¿perversamente?) en dicha visibilidad. Si en aquella foto hubiésemos visto a un hombre mayor y una muchacha desnuda junto a él, en perpetua disposición, la reacción no hubiese sido la misma. El feminismo ha alertado lo suficiente sobre los subterfugios del poder y sus placeres no del todo ocultos.
Excelente Enrique, te felicito por el texto que retrata esa relación de personas LGBTIQ+ mayores con personas de menos edad y que pontuan, porque no decirlo, las fantasias de muchos.
ResponderEliminarGracias Elías. A eso y la interpolacion implícita de raza y clase, y no solo de edades, apuntaba el artículo
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