Ni un paso atrás por GUILLERMO DI BELLA: Que el closet -siempre- sólo sea para la ropa.
Por Guillermo Di Bella (Desde Brasil)
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No todas las personas se relacionan de la misma manera con los eventos que acontecen en sus vidas, aun viviendo situaciones similares. La carga de emociones y significados de los recuerdos deben ser tan variados y diferentes como miembros de la comunidad LGBTQ+ existen, y por eso la gente recordará sus respectivas salidas del clóset en diferentes tonos, colores y perspectivas.
En mi caso lo recuerdo con un sabor agridulce. Salir del clóset es de las cosas más contrastantes que he vivido, es de lo más liberador que he hecho nunca y también es de las cosas que mayor ansiedad me ha causado. Una tensión extrema entre la decisión de ir en búsqueda de la felicidad o quedarme atrapado en lo que en ese momento creía que era lo que “tenía que hacer” para encajar en mi familia, en la sociedad y en el mundo.
El camino para mí fue muy acelerado y comenzó sólo unas semanas antes de mi salida “oficial”. Fueron días de varias tormentosas conversaciones internas y de mucha ansiedad en las que iba y venía con reflexiones sobre si quería, debía o podía salir del clóset.
Confieso haber rezado más de una vez por las noches –por no decir diario- pidiendo explícitamente que no fuera gay. Y es que el pánico es paralizante y el proceso de autoaceptación doloroso. Tienes miedo de no encajar en los estereotipos con los que creciste – esto ha cambiado con los años, pero en los 2000 no había tantas referencias o visibilidad con las cuales identificarte o sentir que todo estaría bien.
La sola idea de decepcionar a la gente que quería también me atemorizaba. Hoy todo está bien, pero en aquel momento la desilusión en los ojos y la voz de mis papás, de algunos primos y tíos, e incluso las dudas que algunos amigos tenían sobre “el tipo de relación” que podríamos llevar hacia adelante fue muy dolorosa.
Viví mucho temor de no alcanzar las expectativas que mi alrededor había puesto sobre mí – y que yo había aceptado sin preguntar. Sentía constantemente una presión aplastante en el pecho por el pavor a ser acosado y humillado en la escuela o en la sociedad -que pasó.
En muchas ocasiones quise creer que, si no se hablaba del tema o se ignoraba, tal vez no se haría realidad. Y creo que en el fondo siempre supe lo que acontecería al final. Siempre supe que no me detendría hasta tener una oportunidad real para ser feliz. Sólo que estaba tomando el valor que requería para afrontar los posibles escenarios que se me presentarían a continuación.
Y así fue como di el paso, brinqué ese escalón y fui en contra de mi propio sistema de defensa que construí durante años para mantenerme emocionalmente a salvo. Esa decisión me ayudó a soltar todas las piedras que llevaba cargando durante años en la maleta y a liberarme de la cuerda que estaba asfixiando mi corazón. Fue un salto que me regaló la oportunidad de ser yo, de dejar de buscar afuera las respuestas que siempre habían estado dentro de mí.
Y bueno, ¿saben qué es lo más tragicómico? Que parecería que uno sólo sale del clóset una vez y ya está. PERO NO. Con los años aprendí que como persona LGBTQ+ sales del clóset decenas de veces durante toda tu vida. De alguna forma -y claro, dependiendo del contexto-, cada vez que conoces a alguien nuevo, un círculo social diferente, un cambio de trabajo, podrás encontrarte con las ganas o necesidad de salir del clóset otra vez. Y, por consecuencia, de sentir nuevamente un poquito de ese nervio sobre si serás aceptado o rechazado por esas personas.
Ahora, pareciera que todo es muy difícil – y a veces sí lo es. Sin embargo, debo confirmar que en mi caso todo mejoró y mucho. Y aún con las dificultades que pasé, mejoró drásticamente porque dejé de pelear en contra de mis sentimientos, de mis pensamientos y de mis emociones… simple y sencillamente dejé de pelear en contra de mí mismo.
No voy a negar que a veces el miedo sigue existiendo y también hay veces que sigo sintiendo que hay algo mal conmigo. Supongo que hay un efecto fantasma de lo vivido en el pasado. Creo que la diferencia hoy es que tengo más herramientas que piedras en la maleta. Me siento más feliz y seguro del presente que estoy viviendo y del futuro que podré vivir. Además de respetar y honrar a la persona que soy.
Quiero cerrar este texto con dos puntos adicionales. El primero es que- si bien el camino para mí no fue siempre fácil- debo aceptar que mi experiencia de vida y el hecho de que pueda estarles contándoles esto hoy, me coloca en una posición de privilegio que quiero reconocer. Hay muchos otros antes o que vendrán después que no contaron o contarán con la oportunidad de ser quienes son sin temor a ser discriminados, desplazados, perseguidos o asesinados. Es importante tener consciencia de lo que esto implica para millones de personas alrededor del mundo. Y no sólo eso, sino seguir trabajando para construir un mundo mejor también para ellos.
Lo segundo, es que con el tiempo también he confirmado que cada uno tiene y vive los tiempos que necesita para aceptarse, para conocerse y decidir cuándo y cómo se sale del clóset. Que nadie tiene el derecho de asumir u opinar más que de su propio proceso o de sí mismo. Que nadie debe compartir la orientación sexual de otro sin su consentimiento. Y que, quien no quiera o pueda salir del clóset, que no salga.
Empecé el texto contando que la salida del clóset tiene diferentes significados como personas que han pasado por ese proceso. En mi caso lo recuerdo y reconozco con mucho amor y admiración, pues tiene una relación profunda con el comienzo y búsqueda de mi autenticidad. Un camino que, si bien no ha terminado, comenzó en aquel febrero del 2009 y ha marcado mi vida para siempre. Hoy tengo certeza que sin importar lo doloroso que fue el camino en algunas ocasiones, volvería a salir del clóset todas las veces que fueran necesarias para ser feliz.
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