RUTA DIVERSA POR FRANCIS UGAZ "PUEBLERINO VIAJERO": Mónaco, el país de los millonarios, ¿puede visitarlo un simple mortal?


Por Francis Ugaz (Desde Lima Perú)

Sígueme en IG.

Mi nombre es Francis. Nací en Santa Cruz, Cajamarca, el 16 de octubre del 91 a las 23:55. Viajero apasionado. Emprendedor. Perfeccionista hasta el estrés. Comunicador de profesión y tripulante por vocación. Voy a estar contigo para contarte lo que he visto y vivido en diferentes destinos de la Ruta Diversa. ¡¡Acompáñame!!

Cuando en mi familia hablaron de ir a Mónaco, no tenía la menor idea de cuál era la ruta hacia ese destino europeo. Mi mamá tenía un novio francés que vive en Nimes, una ciudad al sur de Francia. Ella había ido a visitarlo con mis hermanos y juntos habían visitado este pequeño país. Al volver al Perú, contaron que se encontraba a tan solo tres horas. Me mostraron las fotos, pero ya sabes, las que toma una mamá no son las más impresionantes ni te dan el panorama completo, así que no supe bien qué tipo de país era Mónaco. 

Un año después mi mamá volvió a Francia y se llevó a uno de mis hermanos, para que estudiara allá. Todos estábamos felices e ilusionados de ese futuro por Europa, nunca lo habíamos pensado siquiera. En esa visita, fui a darles el encuentro. Primero visité Rabat, la capital de Marruecos, pero esa es otra historia que ya se las contaré aquí, en Ruta Diversa. 

Tomar el vuelo a París desde Rabat fue un parto, porque cuando quise embarcarme a ese avión no encontré asientos. El vuelo era con Air France, una aerolínea bastante reconocida. Al tener pasaje sujeto a espacio por ser trabajador de una aerolínea, debía esperar a que me confirmaran si viajaba o no. El vuelo estaba repleto. ¡Qué me hacía un día más en Marruecos! Solo, el taxi al aeropuerto me había costado casi 40 dólares. Me encontré en el mostrador con dos japoneses y dos marroquíes, intentando igual agarrar el vuelo. La tripulación, incluidos los pilotos, sobre todo el capitán, tenían la autoridad para decidir si subíamos o no. El capitán trató de ayudar a todos. Finalmente, eligió a los dos japoneses y a mí, aunque no en asientos comunes sino en asientos de tripulación. 

Me fui con las azafatas a la parte trasera y los japoneses, adelante en la cabina de mando, con los pilotos, menudos suertudos, cómo me hubiera gustado ir ahí, pero ellos eran dos y eran pareja, así que fue una decisión razonable. Al final, en el vuelo, yo me la pasé mejor, porque las chicas me invitaron mucho vino mientras conversaba con ellas, iba literalmente volando a París, además, me la pasé genial porque en las tres horas avancé un par de capítulos de RuPaul’s Drag Race.

Una de las tripulantes francesas me sorprendió porque empezó a hablarme en español perfecto con acento cubano, y terminó contándome su historia de amor en Cuba y los años que había vivido allá. Ahora separada, había vuelto a Francia con su hija y se había convertido en azafata. Llegamos a París y me di cuenta que el efecto del vino se estaba acabando, corrí a comprar agua para hidratarme y casi me da infarto el precio porque comparado a Marruecos, era hiper caro. Busqué el siguiente mostrador para tomar mi vuelo a Montpellier donde mi hermano y mi mamá me recogerían. El despegue nunca lo olvidaré, estaba oscureciendo recién a las 10 pm cuando mis ojos fueron testigos del atardecer más naranja de mi vida. Todavía lo tengo grabado en mi memoria.

Pasé unos días recorriendo Nimes, hasta que mi mamá mencionó que iríamos a Mónaco. Eso me ilusionaba muchísimo porque no lo había planeado. Era un país más para agregar a mi checklist y lo mejor es que, no tuve que organizarlo solo. El novio de mi mamá conduciría tres horas hasta allá y luego nos turnaríamos en la ruta. En la ida, hicimos casi todo el recorrido mi mamá y yo, juro que no sabía que manejar en línea recta por tanto tiempo produce harto sueño, así que teníamos que estar a cuatro ojos atentos y vigilantes. El pequeño tramo se hizo eterno.

Cuando nos encontrábamos cerca, pasamos por la autopista de una ciudad que me dejó boquiabierto: Niza. Solo recuerdo cerros y cerros llenos de casas de lujo, separadas por mucho bosque. Parecía un mundo perfecto, nunca había visto tanto orden y belleza juntos.

Ya próximos a Mónaco, vino la mejor parte: verla desde arriba porque es la única forma de llegar. Empiezas a bajar un cerro, en una carretera llena de curvas. Lo mejor fue parar a verla y sacar fotos. Si lo hubiera hecho por mi cuenta, estoy seguro de que el tour o bus no hubiera parado para que disfrutemos de esas vistas de postal. Es irónico ver toda una ciudad perfecta y entender luego que eso tan pequeño es todo un país.

Parqueamos y empezamos a caminar, me pregunté qué comeríamos si estábamos en un territorio de millonarios. Mi mamá como buena latina, sacó de su mochila muchas naranjas y sanguches con jamón y queso, y empezamos el show con las naranjas.

Recuerdo que pasamos por muchas vitrinas de inmobiliarias, con avisos colgados de departamentos en venta. Nuestras caras debieron ser muy graciosas para los vendedores detrás del vitral porque ¡Oh My God! ¿departamentos de ¿8, 9, 16, 40 millones de euros? Jet set ¿por qué no puedo ser del jet set? Nosotros lo único que podíamos pagar era una gaseosa para acompañar nuestro frugal menú. 

Visitamos una catedral muy bonita, llamada San Nicolás. Mi hermano me regaló dos euros porque, encontramos una máquina que te los cambiaba por un billete sin valor de Mónaco, un buen recuerdo para los que coleccionan billetes como yo. Mi mamá quiso invitarnos un helado saliendo y nos resistimos, porque hay que ahorrar algo para el chanchito, sin embargo terca ella igual se lo compró.

Lo genial fue que para conocer solo necesitamos caminar y apreciar cada parte del principado de Mónaco al aire libre. En mi opinión, no es necesario quedarse, considero que un solo día es suficiente para disfrutarlo (cuando no eres millonario claro). Te recomiendo que si piensas ir, ya sea en plan mochilero o lujoso, disfrutes, disfrutes y camines, porque los sentidos y las piernas, que nos permiten visitar país tras país, son gratis.

Mónaco, el país de los millonarios, ¿puede visitarlo un simple mortal? Por supuesto que sí. Yo estuve ahí. 


Comentarios