El Rincón de Dann por Daniel Ruiz: Yo también me hago falta

Por Daniel Valderrama (Desde Barcelona)

drvarquitectos@gmail.com

Yo también me hago falta. 

El mundo y la sociedad en la que vivimos va evolucionando segundo a segundo y en la mayoría de las ocasiones todo sucede a una velocidad mucho mayor a nuestra capacidad de reacción. Si a esto le sumamos la tecnología que controla nuestro presente y nuestro futuro, nos encontramos en una situación donde siempre estamos localizables, estamos en varios grupos de whatsapp, siempre tenemos una notificación pendiente en nuestra pantalla personal, sea cual sea; siempre tendremos un mensaje que responder, un correo que revisar, un comentario que mirar, unos cuantos likes que mirar y otros cuantos likes que poner y un etiquetado al cual tienes que responder, así no te apetezca del todo. 

Es un poco triste ver la realidad de en lo que se han convertido las cenas de amigos, los viajes, las reuniones o cualquier situación en la que represente dos personas o más estar reunidas en un solo lugar. Estamos atraídos constantemente por nuestra pantalla, pendientes de algún signo de vibración o el sonido de nuestro teléfono móvil y por momentos en nuestra cabeza tenemos en primer plano conversaciones que tenemos activas en whatsapp o en instagram, inclusive antes de la supuesta conversación que tenemos con quien tenemos justo en frente de nosotros. En mi experiencia, lo que más me duele no son esos momentos en los que me siento excluido por las personas con las que estoy compartiendo mi tiempo, sino por que en esos momentos de reflexión me doy cuenta que seguramente yo también he hecho sentir así a personas que quiero, a personas que a lo mejor lo han dejado todo para poder compartir un tiempo conmigo y ahí he estado yo, planeando respuestas de whatsapp en mi cabeza y tremendamente conectado con mi pantalla. 

Vivimos en una sociedad súper demandante y competitiva que te exige estar pendiente el 100% de tu tiempo de tu trabajo, de tus redes sociales y de tus relaciones personales y familiares que también pretenden que estés disponible siempre que ellos lo deseen. Es como vivir en un centro de operaciones en donde tu mirada hipermétrope es incapaz de ver aquello que tiene más cerca, somos perfectamente capaces de leer las necesidades de los demás, pero incapaces de descifrar las nuestras. Caemos en un ciclo vicioso en donde olvidamos por completo que nosotros también estamos viviendo procesos que requieren mucho tiempo, también necesitamos limar nuestras esquinas afiladas, también necesitamos escucharnos y concedernos momentos para conocernos a nosotros mismos. 

Nuestra mente es impresionantemente poderosa y necesita constantemente información para procesar y tareas que realizar. Por otro lado, nuestro subconsciente es mas débil que nuestra mente, por lo cual terminamos optando por la opción más banal y decidimos mirar hacia afuera y saciar esa extraña sed de hacer algo, llenar ese vacío que no entendemos con cosas externas y dejamos lo más difícil que es mirar para adentro para el final. Lo dejamos como la ultima de nuestras tareas, lo que harás cuando termines todo lo “importante”, lo que no entendemos es que siempre tendremos prioridades, siempre tendremos cosas que hacer antes de llegar a ese punto que la gran mayoría de la humanidad prefiere nunca tocar; como decía Benjamín Franklin, “Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”.

Le haces falta a muchas personas y lo sabes, estas personas te lo recuerdan a diario e inconscientemente te sientes comprometido a estar ahí para ellas por que una parte de ti quiere estar ahí. Logras llenar tu día con asuntos importantes que resolver y metas que superar y lo consigues, no hay duda. No obstante, casi nadie reconoce tus esfuerzos, tu dedicación o incluso todo lo que llegas a renunciar por quienes están a tu alrededor. Con el paso del tiempo las cosas pierden su significado y sientes que hay personas con las que ya no te sabes relacionar. El mundo ya no tiene música, ya no rima, y te acabas naufragando en tus propias responsabilidades. El cumplir con todas tus responsabilidades y dar siempre lo mejor de ti para todos quienes te rodean tiene una cuota de intereses curiosamente elevada. 

De un día a otro te sientes cansado, sientes un peso extra que ya no sabes como estirarte para quitarte esa sensación en la espalda. Puedes llegar a sentir presión en la cabeza, sensación de agobio, impaciencia o irritabilidad, frustración, mal humor o una apatía constante que no sabes muy bien cómo gestionar. Por extraño que parezca, vivir hiperestimulado y en un ambiente hiperdemandante nos acaba narcotizando. Podemos perder la capacidad para reconocer nuestras verdaderas necesidades y nos concentramos en reconocer lo que no nos gusta de los demás, lo que nos molesta de la persona con la que estamos saliendo o las fallas de nuestros amigos, hasta que sin darnos cuenta ya no sabemos donde habitamos realmente ni cual es la casa de nuestro propio ser. 


Sí, hay días en los que no respondo mensajes de manera inmediata o puede que pasen días sin que llegue a responder, no es por que me esté cerrando a estas personas ni por que este cerrando puertas al mundo, solo significa que me hago falta y que necesitaba ese tiempo para entender situaciones, para escuchar mis pensamientos y para ver mi propia realidad en cámara lenta. Poder llegar a decir en voz alta “No estoy para nadie, me hago falta a mi mismo” no es faltarle el respeto a nadie, el mundo continua, al aire sigue corriendo y todos pueden continuar con sus actividades sin interrupción alguna. Debemos encontrar unas horas al día para nosotros mismos, para apagar el móvil y salir a caminar, tirarnos en la playa o en un parque a escuchar nuestros propios pensamientos. Habrá otros días en los que te tomes el día entero para ti mismo y dejárselo saber a quienes conforman nuestro contexto más próximo no es ningún acto de egoísmo, sino un acto de autentica salud mental. 

“Sólo nos convertimos en lo que somos a partir del rechazo total y profundo de aquello que los otros han hecho de nosotros” -Jean-Paul Sartre-


Comentarios