LETRAS INDÓMITAS CON Enrique Bruce Marticorena: "Si yo publico cosas y trato de apoyar en todo lo que pueda a la causa gay es para visibilizar el mundo homosexual"
Por Antonio Capurro
Fotos por Pancho Fung Fotografía.
En la más reciente edición de la FIL (Feria Internacional del libro de Lima) Enrique Bruce Marticorena (Lima, 1963), columnista de nuestra revista con “La Segunda Luna”, presentó su libro Estantes oscuros: el mal como estética en el Modernismo y la Literatura fantástica (siglos XIX y XX) (Lima: Fondo del Congreso del Perú, 2017). Bruce se doctoró en Literaturas Hispano y Luso Brasileras en el Centro de Graduados de CUNY en el 2005. Ha publicado un libro de cuentos Ángeles en las puertas de Brandenburgo (1994) y otros dos de poesía y prosa poética, Puerto (1992) y Jardines (2013), además de una serie de artículos y ensayos en revistas del Perú y los EE:UU. Publicó además un estudio sobre César Vallejo: Madre y muerta inmortal: Género, poética y política desde los textos de Cesar Vallejo con el Fondo Editorial de la Universidad San Ignacio de Loyola (Lima 2014). Fue invitado a la Feria del Libro en la Universidad veracruzana (Xalapa, 2014), al Festival internacional de poesía de Lima (Lima, 2015) y al Festival Internacional de la Poesía “En la Letra”(Buenos Aires, 2016). En la siguiente entrevista nos acercamos al poeta, docente, esteta, al autor y al hombre. Con él conversamos a propósito de su más reciente obra y mucho más.
¿Cuánto empezó tu gusto por la literatura? ¿Qué recuerdas de esas primeras lecturas de tu niñez?
Nunca tuve una visión clara, como también le pasa a la mayoría de las personas, de lo propiamente “literario”, solo consumía historias e historietas y poco a poco me fui acercando a textos más extensos, novelas, y de mayor complejidad. La primera novela, no te podría decir cuál fue porque no lo recuerdo ahora, pero te puedo asegurar que fue algo juvenil porque mi madre siempre se encargó de conseguirnos libros a mis hermanos y a mí. La casa siempre estuvo surtida de libros o enciclopedias, en las que nos apoyábamos para hacer las tareas. Además, siempre vi a mis padres leyendo al igual que a mis hermanos, éramos una familia lectora. Uno de los primeros libros que me impresionó fue Demian de Herman Hesse, que también es un escritor asociado con el gusto juvenil porque es representante de las novelas de iniciación romántica donde los protagonistas son jóvenes que empiezan a disfrutar del amor o de la apreciación del arte, el contacto con el mundo cuando salen de sus hogares. También leía novelas de aventuras como las de Salgari o Julio Verne, pero Demian me pareció una lectura más intimista, donde no pasaban muchas cosas y había una relación estrecha entre dos muchachos, que no era propiamente homosexual, aunque si muy cercana y parecía aislarlos del resto del mundo. No sé, esa novela que leí a los trece o catorce años pudo haber tocado fibras que todavía no conocía.
¿Para ese momento ya habías asumido tu orientación sexual?
No del todo porque todavía me sentía medianamente atraído a chicas. Los chicos me atraían pero el sexo me intimidaba. No buscaba definiciones, tampoco había con quién hablarlo, en fin...no. Pero en la literatura había una sensibilidad especial de comuniones secretas que obviamente no solo se dan entre los personajes homosexuales. La literatura estaba hecha para mí de personajes que buscaban explorar su entorno y de develamiento de secretos posibles. Estos dos chicos de Demian parecían saber un mundo que los otros no sabían, Herman Hesse ha retratado siempre personajes que se adentran en sus mundos interiores que cuestionan los límites entre el bien y el mal. A los adolescentes les atrae historias donde se empiezan a cuestionar los propios patrones morales o ponerlos en suspenso en todos los órdenes, no solo en el campo sexual.
¿Por qué no estudiaste literatura desde el inicio, que era lo que te gustaba?
Porque no sabía que existía una carrera como tal o que se podía estudiar, así de desinformado estaba. Yo estudié en un colegio donde se priorizaba las carreras de índole pragmático. En quinto año de secundaria venían al colegio padres de familia, profesionales, hombres todos, que hablaban de sus profesiones como abogados o ingenieros, pero nunca llegó un filósofo, un historiador o un literato para hablarnos de su profesión. Tal es así que entré a la facultad de arquitectura de la universidad Ricardo Palma (y en el primer puesto, me encantaban las matemáticas y la física) . Ahí estuve durante dos años medio. Mientras tanto no escribía nada, tan solo disfrutaba la lectura y compartirla con otros amigos. Empecé a descubrir a Borges y otros escritores latinoamericanos más allá de los best sellers. Poco después dejé la Ricardo Palma y me metí a un taller de literatura en Lince, donde componíamos textos en prosa y luego los comentábamos. Un par de amigas que conocí ahí me iniciaron en la lectura de poesía. Ya empezaba a salir del closet y empecé a leer a escritores como Cavafis, Luis Cernuda, Walt Whitman, quienes fueron homosexuales. Yo tendría unos 22 años.
Y entonces decides estudiar literatura...
Me metí a la Católica, hice los Estudios Generales, eso fue en los ochenta, y de ahí volví a retirarme. Mi periplo académico fue bastante irregular. En el año 89 decidí salir fuera del Perú y me fui a Barcelona de turista pero resulta que me quedé dos años y medio enseñando inglés, con lo cual podía mantenerme allá.
¿Por qué te fuiste?
Estaba sofocado en Lima, y descontento en general. La experiencia en Barcelona fue muy vivencial, también de mucha juerga, mucha trasnochada. En Lima ya había estado en discotecas de ambiente y eso se perpetuó en la nueva ciudad. Conocía a personas de todo calibre, había mucha liberalidad sexual. Vivía en el barrio gótico e iba a esos bares, me acostaba a los dos o tres de la madrugada.
Te la pasaste bien...
Viví lo que tenía que vivir y regresé a Lima en el año 92. Mis amigos me convencieron para que ya de una vez me meta a la Facultad de Literatura en la PUCP, donde estuve hasta el 97, me gradué y dejé de nuevo el Perú rumbo a Nueva York a hacer el doctorado a la vez que enseñaba español. El 18 de agosto de 1998 llegué a Nueva York, ciudad en la que me quedaría unos largos doce años hasta el 2010. Mi escritura se había afianzando, tenía publicado un libro de poemas en el 92 editado por mí mismo a mi regreso de Barcelona y un libro de relatos en el 94 cuando empezaba en la Facultad de Literatura y estudiaba con chicos menores que yo, pues debido a mi edad era el decano de los estudiantes (Risas), era doce años mayor que todos. La vivencia en Nueva York, donde tuve experiencias maravillosas y extraordinarias, me decidió como escritor académico y escritor ensayista. Había madurado mucho.
¿Y también has pensando escribir una novela?
Tengo novelas abortadas, no es mi género definitivamente, lo mío es la prosa poética, los cuentos, textos breves, microficción y siempre los ensayos.
Si hablamos de lo gay en la literatura peruana, ¿cuáles son esos referentes con los cuáles podemos identificarnos?
Pienso que sí, por ejemplo es inevitable pensar en No sé lo digas a nadie de Jaime Baily, con el personaje homosexual como protagonista. Yo he leído Duque de Diez Canseco y me interesó a medias la historia del dandy y el jovencito que empezaba a experimentarlo todo. Había leído años antes Dorian Gray de Oscar Wilde y había disfrutado lo que había de disfrutar de las novelas del dandy. Otro título es Los Inocentes de Oswaldo Reynoso. Magníficas semblanazas de la juventud de la época. Habría querido ver mayor desarrollo del tema homosexual allí, pero el autor no estaba compelido a ello, y no es un desmérito de por sí. El problema en la actualidad es que se escribe demasiado y vamos a citar novelas que han acumulado reflectores por la prensa, yo leí una novela rarísima en los noventas llamada “El Otro Deseo”, una novela confesional sobre un policía que se declaraba gay, pero no la terminé de leer. Es más, no estaba bien escrita pero pienso que fue interesante por su atrevimiento y por su ingenuidad a la vez. Recuerdo que en la primera página se mencionaba la ciudad de Lima, y colocaron un pie de nota donde se leía: Lima, capital del Perú, Sudamérica, perla del Pacífico. Además recuerdo que en la contraportada aparecía la foto carné del autor con fondo rosa. Ahí tienes un tema para investigar...
¡Vaya que sí!! Entonces todavía no ha llegado la gran novela con el tema gay.
Yo creo que todavía no. Yo defendí la novela de Jaime Baily en su momento porque mucha gente la trajo abajo y a mí me pareció un trabajo importante y sobre todo, valiente. Hay novelas útiles y también hay novelas buenas. Y Mario Vargas Llosa también tiene personajes gay como en Conversación en la catedral, Historia de Mayta, El sueño del celta y la obra de teatro La Chunga; o Con Jimmy en Paracas de Alfredo Bryce Echenique, cuyo personaje deja entrever que es gay. Julio Ramón Ribeyro también sacó a relucir personajes secundarios homosexuales. Son personajes bidimensionales, en muchos casos, poco desarrollados y que reflejan los prejuicios y los estereotipos del escritor, donde la vida homosexual está ligada a la burla o lo enfermizo. Sin embargo, para salvaguardar “el honor” de estos autores consagrados, debo decir que para mi la mejor literatura no es aquella que te da un parámetro ideológico claro de corrección política. Las mejores novelas te plantean muchas dudas con respecto a todo, porque tanto a los conservadores como a los liberales se les puede mover el piso. Que haya una novela que te hable sobre los derechos gay y que la gente luego de leerla diga “Wow, debo apoyar la unión civil o el matrimonio igualitario”, lo dudo mucho. Por ejemplo, he leído algo de literatura negra norteamericana, mucha vinculada con el llamado “Renacimiento del Harlem”, de la primera mitad del siglo XX, en donde sí se hace una denuncia sobre la discriminación racial, pero también se exponen personajes que son vulnerables, no siempre muy heroicos. No todos los negros que luchaban por su causa eran héroes, algunos metían la pata, eran crueles algunos, otros, artistas frustrados o irresponsables, eran de todo. No era fácil sacar una buena lección moral de todo esto.
Y también tenemos la discriminación racial...
Pues claro, los universos de José María Arguedas con respecto al indio donde relata las diversas facetas de lo indígena. Él habla desde la subjetividad del indio sin importarle qué conclusiones podamos sacarle cada lector de dicha subjetividad. El indio del Arguedas discurre libremente en sus páginas. Yo reivindico también muchos cuentos de López Albujar (fue atacado en su momento por retratar al indio como un personaje de excesiva crueldad y violencia). Él quiso retratar lo más honestamente al indio y lo hizo con mucha destreza literaria e hizo una semblanza del mundo andino muy vívida.
¿Hay más publicaciones literarias que antes, más autores jóvenes?
Pienso que sí, se escribe mucho. Se publica bastante pero hay poca lectoría. Hay narradores que tienen esa ansiedad de que no despegan. Estamos en otra era, ya no es la de los escritores best sellers.
Hablemos ahora sobre el tema de la igualdad de derechos.
Fui a la primera marcha por la igualdad convocada por Carlos Bruce. Yo he notado cambios en el tema por ejemplo con relación a mi primera juventud en los años ochenta donde comencé a experimentar en términos sociales o sexuales, en una serie de cosas. Veo una gran diferencia, es un montón. Veo a dos chicos en Miraflores besándose o tomados de la mano. La homofobia pública ya no es tolerada en los medios; mira la censura a Phillip Butters, eso era impensable hace quince o veinte años. Sin embargo todavía hay un coletazo conservador y es porque hay un estímulo progresista, veo todo con cierto optimismo. Por supuesto hay mucho por hacer y seguir trabajando. Muchos en mi familia si lo apoyan.
¿Te costó mucho hacerte visible frente a tus padres o tu familia?
Fue un poco difícil, eran los ochenta cuando hablé con ellos. Sin embargo, diría que se sintieron liberados al saber la causa de mi aislamiento, de mi depresión. Me había ido a vivir solo a una pensión en Jesús María y ellos estaban desconcertados. Era la época senderista y mi madre pensó por un momento que estaba metido en otras cosas porque yo tenía un discurso antiburgués, anticapitalista. Estuve fuera de casa unos ochos meses, fue bueno, era una señal de rebeldía de mi parte. Luego les conté lo de mi homosexualidad; no lo celebraron con champagne (Risas), pero como te dije, me imagino que se sintieron liberados de saber el presunto trasfondo de mi depresión. Ellos siempre han respetado la autonomía de todos sus hijos. El tema es que muchos jóvenes no cuentan con el respeto de los padres y creen que ellos o ellas son su posesión, frente a ello, muchos deciden escapar y formar su propio entorno cuando no han tenido el tiempo de madurez suficiente. Hay chicos y chicas que escapan a los quince o dieciséis. Como le comentaba a mis amigos, si yo publico cosas y trato de apoyar en todo lo que pueda a la causa gay es para visibilizar el mundo homosexual, para normalizarlo dentro de lo que cabe pero no lo hago por mí o por los viejonazos de mis amigos, sino por el adolescente que sufre. Y no solo hablamos de los que llegan a suicidarse sino los que llevan una vida de espanto en su día a día.
¿A qué personajes gays admiras?
Hay muchos, por ejemplo Alan Turing o Walt Whitman. Ahora, debo acotar que admiro más a las obras que a las personas en sí.
¿Cómo estuvo la presentación de tu más reciente libro en el FIL? Precisamente tienes un capítulo dedicado al deseo homosexual en el modernismo.
La presentación simpática, nada masiva. El capítulo al que aludes es el cuarto: “Mujeres fatales y desviados: nuevos deseos al asalto en el desfiladero del Modernismo” Ese capítulo habla de la exposición de la vida nocturna de las ciudades en la literatura del fines del XIX. Entre esas “criaturas” de la noche deambula el homosexual: en los pórticos mal iluminados, en las salas de baile clandestinas, en los fumaderos de opio. El decadentismo era el registro primordial de los escritores modernistas, y el homosexual iba entrando de manera solapada en sus páginas. La prostituta de lujo también, aunque de modo más franco. Cuando hablo de “desviados” hablo no solo del deseo gay sino del deseo del hombre heterosexual de librarse del corset de la dominación y la probanza de la hombría. Tenemos al hombre que desea ser un mero objeto de deseo de la mujer. El cuerpo del hombre se libera como lo hace la cantera intelectual de la mujer. También hablo de una extensión del deseo del hombre hetero de sentir inclinaciones por muchachitos jóvenes, imberbes. Se exaltan en muchas páginas del XIX parejas notorias de hombres adultos y jovencitos: Sócrates y Alcibíades, Aquiles y Patroclo, Adriano y Antinoo, Alejandro Magno y el esclavo persa, Bagoas.
¿Cómo ves la alternativa del uso de plataformas o formatos digitales en cuando a la publicación de los libros y el tender puentes entre los escritores?
Es lo que hay. Creo que si bien, el mundo del pensamiento va a seguir necesitando de los textos de largo aliento, las plataformas virtuales y su más rápido intercambio va a requerir también de textos breves de gran capacidad de síntesis. La idea ingeniosa va a prevalecer en muchas ocasiones, sobre la idea profunda. La responsabilidad de ello no va a estribar en los productores de texto, sino en los que los consuman. Si me embarco de lleno en la lectura de consumo rápido, y en el intercambio de ideas en base a esa lectura, es mis responsabilidad y no la del escritor o el diseñador del portal del turno. La producción textual ahora es ingente. Hay una guerra sutil entre los medios de comunicación “tradicionales” (TV, medio impreso) y el de las redes. Cada cual ensalza a sus escritores favoritos, merecida o inmerecidamente. Las propuestas son tantas, y no todas buenas, que en cierto modo vamos a regresar a lo que era dos siglos atrás: al boca a boca. Al final, en lo personal, no me guío por lo que los periodistas digan en los medios tradicionales o lo que digan los amigos del escritor de propio escritor en las redes mediante el “post” amable (como puede ser esta misma entrevista), sino por lo que un amigo o amiga, de cuyo criterio confíe, me sugiera. Por la proliferación de la producción textual y su divulgación vamos a regresar, de modo paradójico, a la “tribu” presencial o virtual.
Si quieres conocer más de Enrique Bruce visita sus blogs acerca de opinión sobre literatura, cultura y sociedad:
htttp://enriquebruce.blogspot.com
htttp://enriquebruce.lamula.pe
Fotos por Pancho Fung Fotografía.
En la más reciente edición de la FIL (Feria Internacional del libro de Lima) Enrique Bruce Marticorena (Lima, 1963), columnista de nuestra revista con “La Segunda Luna”, presentó su libro Estantes oscuros: el mal como estética en el Modernismo y la Literatura fantástica (siglos XIX y XX) (Lima: Fondo del Congreso del Perú, 2017). Bruce se doctoró en Literaturas Hispano y Luso Brasileras en el Centro de Graduados de CUNY en el 2005. Ha publicado un libro de cuentos Ángeles en las puertas de Brandenburgo (1994) y otros dos de poesía y prosa poética, Puerto (1992) y Jardines (2013), además de una serie de artículos y ensayos en revistas del Perú y los EE:UU. Publicó además un estudio sobre César Vallejo: Madre y muerta inmortal: Género, poética y política desde los textos de Cesar Vallejo con el Fondo Editorial de la Universidad San Ignacio de Loyola (Lima 2014). Fue invitado a la Feria del Libro en la Universidad veracruzana (Xalapa, 2014), al Festival internacional de poesía de Lima (Lima, 2015) y al Festival Internacional de la Poesía “En la Letra”(Buenos Aires, 2016). En la siguiente entrevista nos acercamos al poeta, docente, esteta, al autor y al hombre. Con él conversamos a propósito de su más reciente obra y mucho más.
¿Cuánto empezó tu gusto por la literatura? ¿Qué recuerdas de esas primeras lecturas de tu niñez?
Nunca tuve una visión clara, como también le pasa a la mayoría de las personas, de lo propiamente “literario”, solo consumía historias e historietas y poco a poco me fui acercando a textos más extensos, novelas, y de mayor complejidad. La primera novela, no te podría decir cuál fue porque no lo recuerdo ahora, pero te puedo asegurar que fue algo juvenil porque mi madre siempre se encargó de conseguirnos libros a mis hermanos y a mí. La casa siempre estuvo surtida de libros o enciclopedias, en las que nos apoyábamos para hacer las tareas. Además, siempre vi a mis padres leyendo al igual que a mis hermanos, éramos una familia lectora. Uno de los primeros libros que me impresionó fue Demian de Herman Hesse, que también es un escritor asociado con el gusto juvenil porque es representante de las novelas de iniciación romántica donde los protagonistas son jóvenes que empiezan a disfrutar del amor o de la apreciación del arte, el contacto con el mundo cuando salen de sus hogares. También leía novelas de aventuras como las de Salgari o Julio Verne, pero Demian me pareció una lectura más intimista, donde no pasaban muchas cosas y había una relación estrecha entre dos muchachos, que no era propiamente homosexual, aunque si muy cercana y parecía aislarlos del resto del mundo. No sé, esa novela que leí a los trece o catorce años pudo haber tocado fibras que todavía no conocía.
¿Para ese momento ya habías asumido tu orientación sexual?
No del todo porque todavía me sentía medianamente atraído a chicas. Los chicos me atraían pero el sexo me intimidaba. No buscaba definiciones, tampoco había con quién hablarlo, en fin...no. Pero en la literatura había una sensibilidad especial de comuniones secretas que obviamente no solo se dan entre los personajes homosexuales. La literatura estaba hecha para mí de personajes que buscaban explorar su entorno y de develamiento de secretos posibles. Estos dos chicos de Demian parecían saber un mundo que los otros no sabían, Herman Hesse ha retratado siempre personajes que se adentran en sus mundos interiores que cuestionan los límites entre el bien y el mal. A los adolescentes les atrae historias donde se empiezan a cuestionar los propios patrones morales o ponerlos en suspenso en todos los órdenes, no solo en el campo sexual.
¿Por qué no estudiaste literatura desde el inicio, que era lo que te gustaba?
Porque no sabía que existía una carrera como tal o que se podía estudiar, así de desinformado estaba. Yo estudié en un colegio donde se priorizaba las carreras de índole pragmático. En quinto año de secundaria venían al colegio padres de familia, profesionales, hombres todos, que hablaban de sus profesiones como abogados o ingenieros, pero nunca llegó un filósofo, un historiador o un literato para hablarnos de su profesión. Tal es así que entré a la facultad de arquitectura de la universidad Ricardo Palma (y en el primer puesto, me encantaban las matemáticas y la física) . Ahí estuve durante dos años medio. Mientras tanto no escribía nada, tan solo disfrutaba la lectura y compartirla con otros amigos. Empecé a descubrir a Borges y otros escritores latinoamericanos más allá de los best sellers. Poco después dejé la Ricardo Palma y me metí a un taller de literatura en Lince, donde componíamos textos en prosa y luego los comentábamos. Un par de amigas que conocí ahí me iniciaron en la lectura de poesía. Ya empezaba a salir del closet y empecé a leer a escritores como Cavafis, Luis Cernuda, Walt Whitman, quienes fueron homosexuales. Yo tendría unos 22 años.
Y entonces decides estudiar literatura...
Me metí a la Católica, hice los Estudios Generales, eso fue en los ochenta, y de ahí volví a retirarme. Mi periplo académico fue bastante irregular. En el año 89 decidí salir fuera del Perú y me fui a Barcelona de turista pero resulta que me quedé dos años y medio enseñando inglés, con lo cual podía mantenerme allá.
¿Por qué te fuiste?
Estaba sofocado en Lima, y descontento en general. La experiencia en Barcelona fue muy vivencial, también de mucha juerga, mucha trasnochada. En Lima ya había estado en discotecas de ambiente y eso se perpetuó en la nueva ciudad. Conocía a personas de todo calibre, había mucha liberalidad sexual. Vivía en el barrio gótico e iba a esos bares, me acostaba a los dos o tres de la madrugada.
Te la pasaste bien...
Viví lo que tenía que vivir y regresé a Lima en el año 92. Mis amigos me convencieron para que ya de una vez me meta a la Facultad de Literatura en la PUCP, donde estuve hasta el 97, me gradué y dejé de nuevo el Perú rumbo a Nueva York a hacer el doctorado a la vez que enseñaba español. El 18 de agosto de 1998 llegué a Nueva York, ciudad en la que me quedaría unos largos doce años hasta el 2010. Mi escritura se había afianzando, tenía publicado un libro de poemas en el 92 editado por mí mismo a mi regreso de Barcelona y un libro de relatos en el 94 cuando empezaba en la Facultad de Literatura y estudiaba con chicos menores que yo, pues debido a mi edad era el decano de los estudiantes (Risas), era doce años mayor que todos. La vivencia en Nueva York, donde tuve experiencias maravillosas y extraordinarias, me decidió como escritor académico y escritor ensayista. Había madurado mucho.
¿Y también has pensando escribir una novela?
Tengo novelas abortadas, no es mi género definitivamente, lo mío es la prosa poética, los cuentos, textos breves, microficción y siempre los ensayos.
Pienso que sí, por ejemplo es inevitable pensar en No sé lo digas a nadie de Jaime Baily, con el personaje homosexual como protagonista. Yo he leído Duque de Diez Canseco y me interesó a medias la historia del dandy y el jovencito que empezaba a experimentarlo todo. Había leído años antes Dorian Gray de Oscar Wilde y había disfrutado lo que había de disfrutar de las novelas del dandy. Otro título es Los Inocentes de Oswaldo Reynoso. Magníficas semblanazas de la juventud de la época. Habría querido ver mayor desarrollo del tema homosexual allí, pero el autor no estaba compelido a ello, y no es un desmérito de por sí. El problema en la actualidad es que se escribe demasiado y vamos a citar novelas que han acumulado reflectores por la prensa, yo leí una novela rarísima en los noventas llamada “El Otro Deseo”, una novela confesional sobre un policía que se declaraba gay, pero no la terminé de leer. Es más, no estaba bien escrita pero pienso que fue interesante por su atrevimiento y por su ingenuidad a la vez. Recuerdo que en la primera página se mencionaba la ciudad de Lima, y colocaron un pie de nota donde se leía: Lima, capital del Perú, Sudamérica, perla del Pacífico. Además recuerdo que en la contraportada aparecía la foto carné del autor con fondo rosa. Ahí tienes un tema para investigar...
¡Vaya que sí!! Entonces todavía no ha llegado la gran novela con el tema gay.
Yo creo que todavía no. Yo defendí la novela de Jaime Baily en su momento porque mucha gente la trajo abajo y a mí me pareció un trabajo importante y sobre todo, valiente. Hay novelas útiles y también hay novelas buenas. Y Mario Vargas Llosa también tiene personajes gay como en Conversación en la catedral, Historia de Mayta, El sueño del celta y la obra de teatro La Chunga; o Con Jimmy en Paracas de Alfredo Bryce Echenique, cuyo personaje deja entrever que es gay. Julio Ramón Ribeyro también sacó a relucir personajes secundarios homosexuales. Son personajes bidimensionales, en muchos casos, poco desarrollados y que reflejan los prejuicios y los estereotipos del escritor, donde la vida homosexual está ligada a la burla o lo enfermizo. Sin embargo, para salvaguardar “el honor” de estos autores consagrados, debo decir que para mi la mejor literatura no es aquella que te da un parámetro ideológico claro de corrección política. Las mejores novelas te plantean muchas dudas con respecto a todo, porque tanto a los conservadores como a los liberales se les puede mover el piso. Que haya una novela que te hable sobre los derechos gay y que la gente luego de leerla diga “Wow, debo apoyar la unión civil o el matrimonio igualitario”, lo dudo mucho. Por ejemplo, he leído algo de literatura negra norteamericana, mucha vinculada con el llamado “Renacimiento del Harlem”, de la primera mitad del siglo XX, en donde sí se hace una denuncia sobre la discriminación racial, pero también se exponen personajes que son vulnerables, no siempre muy heroicos. No todos los negros que luchaban por su causa eran héroes, algunos metían la pata, eran crueles algunos, otros, artistas frustrados o irresponsables, eran de todo. No era fácil sacar una buena lección moral de todo esto.
Y también tenemos la discriminación racial...
Pues claro, los universos de José María Arguedas con respecto al indio donde relata las diversas facetas de lo indígena. Él habla desde la subjetividad del indio sin importarle qué conclusiones podamos sacarle cada lector de dicha subjetividad. El indio del Arguedas discurre libremente en sus páginas. Yo reivindico también muchos cuentos de López Albujar (fue atacado en su momento por retratar al indio como un personaje de excesiva crueldad y violencia). Él quiso retratar lo más honestamente al indio y lo hizo con mucha destreza literaria e hizo una semblanza del mundo andino muy vívida.
¿Hay más publicaciones literarias que antes, más autores jóvenes?
Pienso que sí, se escribe mucho. Se publica bastante pero hay poca lectoría. Hay narradores que tienen esa ansiedad de que no despegan. Estamos en otra era, ya no es la de los escritores best sellers.
Hablemos ahora sobre el tema de la igualdad de derechos.
Fui a la primera marcha por la igualdad convocada por Carlos Bruce. Yo he notado cambios en el tema por ejemplo con relación a mi primera juventud en los años ochenta donde comencé a experimentar en términos sociales o sexuales, en una serie de cosas. Veo una gran diferencia, es un montón. Veo a dos chicos en Miraflores besándose o tomados de la mano. La homofobia pública ya no es tolerada en los medios; mira la censura a Phillip Butters, eso era impensable hace quince o veinte años. Sin embargo todavía hay un coletazo conservador y es porque hay un estímulo progresista, veo todo con cierto optimismo. Por supuesto hay mucho por hacer y seguir trabajando. Muchos en mi familia si lo apoyan.
¿Te costó mucho hacerte visible frente a tus padres o tu familia?
Fue un poco difícil, eran los ochenta cuando hablé con ellos. Sin embargo, diría que se sintieron liberados al saber la causa de mi aislamiento, de mi depresión. Me había ido a vivir solo a una pensión en Jesús María y ellos estaban desconcertados. Era la época senderista y mi madre pensó por un momento que estaba metido en otras cosas porque yo tenía un discurso antiburgués, anticapitalista. Estuve fuera de casa unos ochos meses, fue bueno, era una señal de rebeldía de mi parte. Luego les conté lo de mi homosexualidad; no lo celebraron con champagne (Risas), pero como te dije, me imagino que se sintieron liberados de saber el presunto trasfondo de mi depresión. Ellos siempre han respetado la autonomía de todos sus hijos. El tema es que muchos jóvenes no cuentan con el respeto de los padres y creen que ellos o ellas son su posesión, frente a ello, muchos deciden escapar y formar su propio entorno cuando no han tenido el tiempo de madurez suficiente. Hay chicos y chicas que escapan a los quince o dieciséis. Como le comentaba a mis amigos, si yo publico cosas y trato de apoyar en todo lo que pueda a la causa gay es para visibilizar el mundo homosexual, para normalizarlo dentro de lo que cabe pero no lo hago por mí o por los viejonazos de mis amigos, sino por el adolescente que sufre. Y no solo hablamos de los que llegan a suicidarse sino los que llevan una vida de espanto en su día a día.
¿A qué personajes gays admiras?
Hay muchos, por ejemplo Alan Turing o Walt Whitman. Ahora, debo acotar que admiro más a las obras que a las personas en sí.
La presentación simpática, nada masiva. El capítulo al que aludes es el cuarto: “Mujeres fatales y desviados: nuevos deseos al asalto en el desfiladero del Modernismo” Ese capítulo habla de la exposición de la vida nocturna de las ciudades en la literatura del fines del XIX. Entre esas “criaturas” de la noche deambula el homosexual: en los pórticos mal iluminados, en las salas de baile clandestinas, en los fumaderos de opio. El decadentismo era el registro primordial de los escritores modernistas, y el homosexual iba entrando de manera solapada en sus páginas. La prostituta de lujo también, aunque de modo más franco. Cuando hablo de “desviados” hablo no solo del deseo gay sino del deseo del hombre heterosexual de librarse del corset de la dominación y la probanza de la hombría. Tenemos al hombre que desea ser un mero objeto de deseo de la mujer. El cuerpo del hombre se libera como lo hace la cantera intelectual de la mujer. También hablo de una extensión del deseo del hombre hetero de sentir inclinaciones por muchachitos jóvenes, imberbes. Se exaltan en muchas páginas del XIX parejas notorias de hombres adultos y jovencitos: Sócrates y Alcibíades, Aquiles y Patroclo, Adriano y Antinoo, Alejandro Magno y el esclavo persa, Bagoas.
¿Cómo ves la alternativa del uso de plataformas o formatos digitales en cuando a la publicación de los libros y el tender puentes entre los escritores?
Es lo que hay. Creo que si bien, el mundo del pensamiento va a seguir necesitando de los textos de largo aliento, las plataformas virtuales y su más rápido intercambio va a requerir también de textos breves de gran capacidad de síntesis. La idea ingeniosa va a prevalecer en muchas ocasiones, sobre la idea profunda. La responsabilidad de ello no va a estribar en los productores de texto, sino en los que los consuman. Si me embarco de lleno en la lectura de consumo rápido, y en el intercambio de ideas en base a esa lectura, es mis responsabilidad y no la del escritor o el diseñador del portal del turno. La producción textual ahora es ingente. Hay una guerra sutil entre los medios de comunicación “tradicionales” (TV, medio impreso) y el de las redes. Cada cual ensalza a sus escritores favoritos, merecida o inmerecidamente. Las propuestas son tantas, y no todas buenas, que en cierto modo vamos a regresar a lo que era dos siglos atrás: al boca a boca. Al final, en lo personal, no me guío por lo que los periodistas digan en los medios tradicionales o lo que digan los amigos del escritor de propio escritor en las redes mediante el “post” amable (como puede ser esta misma entrevista), sino por lo que un amigo o amiga, de cuyo criterio confíe, me sugiera. Por la proliferación de la producción textual y su divulgación vamos a regresar, de modo paradójico, a la “tribu” presencial o virtual.
Si quieres conocer más de Enrique Bruce visita sus blogs acerca de opinión sobre literatura, cultura y sociedad:
htttp://enriquebruce.blogspot.com
htttp://enriquebruce.lamula.pe
Comentarios
Publicar un comentario