EN PRIMERA BUTACA: Temblando ante Dios

En el año 2001 Sandi Simcha DuBowski tuvo una buena razón para celebrar porque su filme Trembling before G-D, que le había tomado seis años de arduo esfuerzo, ganó el premio Teddy del Festival de Cine de Berlín, que premia a los mejores filmes de temática queer.

En su momento este documental causó polémica al mostrar el oculto mundo de los judíos gays, a través de testimonios conmovedores en los que los algunos de los entrevistados aparecen tan solo en siluetas y con voces distorsionados, por temor a ser víctimas del rechazo de su comunidad de conocerse su real identidad.

El cineasta neoyorquino Sandi Simcha DuBowski pasó más seis años embarcando en este proyecto cuya investigación la empezó en los Estados Unidos y continuó en Reino Unido e Israel, ciudades en las cuales registró los relatos de hombres y mujeres que decidieron de una vez por todas contar su historia ante las cámaras. Así podemos ver la valentía de personas casadas cuyas parejas no saben que son homosexuales y que mucho menos toman parte en el documental. 


Por estos días en la sociedad asumir públicamente tu orientación sexual tiene menos polémica que hace que hace catorce años cuando se estrenó el documental, incluso dentro de la religión judía existen rabinos y feligreses, por así decirlo, más progresista. Pero tal como sucede con la religión católica e
l judaísmo no prohíbe la homosexualidad, sino los actos homosexuales, es decir, puedes ser gay o lesbiana pero no tener sexo.

Temblando ante Dios es un documental muy bien conducido no se excede en dramatizar los casos o hechos al punto de forzar la empatía con las personas que han atravesado por todo una seria de situaciones muy difíciles, todo lo contrario, el filme tiene la cualidad de fluir muy natural sin excesos ni sensacionalismos. 

Así como cada uno de los testimonios de la película es claro, de igual forma lo es la Torá o la Biblia de los judíos, no en vano luego de los créditos iniciales vemos el epígrafe sentenciador "Si alguien se acuesta con un hombre como si se acostara con una mujer, se condenará a muerte a los dos, y serán responsables de su propia muerte, pues cometieron un acto infame" (Levítico 18:22) Para que no quede dudas: se prohíbe expresamente dar expresión física a deseos homosexuales, tanto de índole masculina como femenina. Lo considera una abominación. ¿Qué le queda a un judío que desea vivir una vida normal y mantener sus creencias religiosas viviendo su fe en comunión? Al parecer tan solo una: suprimir sus deseos y emociones, castrarse mental y físicamente. 

La película nos muestra el proceso de sufrimiento que han vivido estos hombres o mujeres que además de ser rechazados por sus familiares, son desterrados de las sinagogas y, en el peor de los casos, obligados a someterse a terapias de conversión heterosexual o de reparación homosexual. Algo sólo comparado con los autos de fe en los tiempos de la santa inquisición, proceso absurdo y humillante destinado a llenarlos de culpa, castigo y expiación, por algo de lo cual deberían sentir orgullo y no vergüenza.

En Temblando ante Dios, uno de los entrevistados es David, un judío ortodoxo de 35 años de edad que vive en la ciudad de Los Ángeles, quien narra con lujo de detalles como rezó, se castigó con una liga elástica, se mordió la lengua e incluso, aconsejado por el rabino de su sinagoga, comió higos para poder controlar su necesidad sexual. Todo un suplicio y flagelación del cuerpo y del alma que mantuvo durante años con el único propósito de frenar sus impulsos homosexuales. O "Devorah", el nombre ficticio de una judía ultra-ortodoxa de Israel, quien con veinte años de casada vive en profunda angustia debido a su indecisión de contarle o no a su esposo su doble vida con una mujer.

Temblando ante Dios da cuenta de esa lucha interna en la que se han sumergido de una manera desesperada tratando de conciliar su identidad sexual con su fe. Y aunque parezca increíble, estos hombres y mujeres tienen la total determinación de perseverar en su religión que con sus dogmas atentan contra su libertad de ser ellos mismos, porque mutilar su espiritualidad para salvar su sexualidad significaría algo así como cortarse el brazo izquierdo para salvar el derecho. 


El valor de este filme reside en la tenacidad de DuBowski para encontrar dichos testimonios y darlos a conocer sin artilugios de una forma directa. Su poder está en haber destapado lo oculto e ignorado. Su filme es inspirador y eso es un logro que no cayó del cielo. 




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